Cuarto y mitad

Vestidos para hombres

Con los problemas tan graves que existen hablar de este tema puede parecer una frivolidad, pero espero me disculpen el atrevimiento de tomarme un respiro en medio de tanta desolación.

Leo que una firma de moda italiana ha diseñado un vestido para hombres, con un precio por cierto que solo estará al alcance de algunos varones con gran poder adquisitivo. Los demás, si quieren ir a la moda, se lo tendrán que comprar en los grandes almacenes, a los que sin duda llegará la tendencia si logra tener éxito comercial.

A mi me parece genial que los hombres lleven vestido. Igual que las mujeres nos embutimos en pantalones hace ya más de un siglo, y hoy prácticamente se ha generalizado su uso porque es la manera más cómoda de ir por la vida, ¿por qué los hombres no podrían ponerse vestidos?

Que lleven vestidos ajustados, vaporosos o minifaldas les va a representar que atiendan también otros aspectos: van a tener que ponerse medias o leotardos, porque especialmente en invierno llevar las piernas "a pelo" no es recomendable. Y hablando de pelo, también van a tener que recurrir a la depilación, pues no sé si va a quedar muy estético llevar una falda de tubo con unas pantorrillas peludas. Lo cual me lleva a que también tendrán que combinar mejor el calzado. ¿Continuarán con sus mocasines de toda la vida, sus botas o sus zapatillas deportivas (según el estilo de cada caballero) o el nuevo vestido exigirá un calzado renovado?  Igual a la marca italiana se le une una nueva línea de zapatos de tacón masculinos creada por Loubotin o Jimmy Choo.

Que los hombres deseen llevar vestidos igual tiene efectos colaterales beneficiosos para las mujeres, por ejemplo, que cuando vayan en transporte público no se espatarren y mantengan la compostura, no sea que con su tradicional costumbre de abrirse se piernas dejen al descubierto algún detalle de más de su anatomía.

Otros efectos positivos de este nuevo fervor masculino por adoptar el estereotipo femenino que quizá la moda logre imponer, es que si tienen que dedicar más tiempo a depilarse, a maquillarse, a ir a la peluquería, a hacer dieta y a cuidar el menor detalle de su imagen corporal, les dejará menos tiempo para escribir, para pensar, para participar en eventos, y quizá empiece a equilibrarse el número de escritoras, intelectuales, pensadoras, cineastas, músicas, artistas, ganadoras de premios, etc.

Puestos a imitar el tradicional rol femenino, deberían también dedicar a las labores de cuidado y trabajo no remunerado las 4 horas largas diarias que dedican las mujeres frente a las 1,7 horas que según la ONU dedican los hombres.  Y a encargarse de criaturas y personas dependientes, o padres o madres ancianos, incluidos muchas veces suegros o suegras a quienes no pocas veces las nueras cuidan en ausencia de los hijos varones. Y como una cosa lleva a la otra, esta mayor dedicación a los trabajos de cuidado personal y de los demás quizás revierta en una menor posibilidad de medrar en las empresas, afrontar la brecha salarial, el rechazo a ser contratados por las cargas familiares o la renuncia a ocupar jefaturas y cargos de responsabilidad.

Ser mujer, queridos míos, no es solo ponerse un vestido, pintarse los labios y llevar zapatos de tacón. Si de verdad queréis experimentar lo que ha sido y es ser mujer desde tiempo inmemorial, os vais a enterar de lo que vale un peine.

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