La crisis vivida con el Open Arms y el Ocean Viking ha sacado a la luz la calaña de mucha gente. Más allá de la bajeza moral de Pedro Sánchez y los suyos, a los que ya dediqué unas líneas, o del berrinche del PP insolidario, es importante poner el foco en la denuncia de Vox al Open Arms. Según reza la denuncia, los motivos son "presuntos delitos de infracción de la Ley Marítima y colaboración con organización criminal para el tráfico de personas".
La denuncia del partido de Santiago Abascal encierra acusaciones muy graves antes las cuales Open Arms no se debería defender, pues por encima de todo se encuentra la presunción de inocencia. Es responsabilidad de Vox demostrar y aportar pruebas de sus acusaciones.
La denuncia no tiene ningún recorrido... o no debería tenerlo, aunque en este país de locos, en el que por hacer el trabajo al que no llegan las autoridades te multan, uno ya no sabe. La labor de la Audiencia Nacional y la Fiscalía no es investigar de cero, sino abrir pesquisas si se aportan indicios claros. Esta circunstancia, claro está, no se da, porque Vox vive del ruido. Nada más; está hueco por dentro, falto de un programa real y con unas convicciones incompatibles con una democracia moderna por mucho que PP y Cs pretendan normalizar y, en ocasiones, compartir.
El partido de extremaderecha no tiene gran cosa que aportar, más allá de ese cúmulo de clichés rancios y destructivos que clonan el movimiento neofascista internacional liderado por Steve Bannon y materializado en Trump o Salvini. Que nadie espere de este partido propuestas económicas innovadoras, o medioambientales, incluso sociales. Bajo el comodín patriótico rojo y gualda, ruido, ruido y ruido.
La denuncia de Vox contra el Open Arms y esa acusación de presunta colaboración con el tráfico de personas tiene el mismo fundamento que si yo acusara a Abascal de estar detrás de los incendios de Canarias o asegurara que lidera una trama de droga y prostitución gay en los acuartelamientos de la Legión española. Sencillamente, es absurdo y la Justicia debería tomar cartas en el asunto contra quienes consumen los recursos de un sistema bajo mínimos con el único fin de embarrar y cubrir el vacío intelectual de sus propuestas.