Punto de Fisión

La democracia por dentro

La democracia es el sistema por el cual los ciudadanos eligen libremente a sus representantes del PP. Esta frase genial, que ya he utilizado alguna vez, es de Alvaro Muñoz Robledano, al que pido perdón por citarlo dos días seguidos, pero no se me ocurre otra mejor para empezar a hablar del modo en que la Comisión Europea y el FMI entienden la democracia. Ya advirtió Churchill que era el peor sistema de gobierno con excepción de todos los demás. Frédéric Beigbeder matizó: "El que avisa no es traidor. No dijo el mejor sistema; dijo el peor".

En cierto modo, era lógico, puesto que la democracia y la lógica son dos de los muchos grandes inventos que Grecia ha dado al mundo. La democracia vino empaquetada junto a la aritmética, la epopeya, la lírica, la filosofía y la tragedia. Ante todo, la tragedia de que para que unos ciudadanos sean libres otros tengan que ser esclavos. No sé si será cosa de la lógica o del pensamiento dialéctico o de la simple marcha de las cosas, pero lo cierto es que para que los honestos ciudadanos de la polis griega pudiesen darse la vida padre en el ágora, ir al teatro y escuchar un rato a Sócrates, debían tener a unos pobres parias cultivando el campo, guardando el ganado y muriéndose de asco. El invento siempre ha funcionado igual, ya fuese en la república romana, donde la demanda de esclavos era tanta que había que ir a buscarlos fuera, o en la de Estados Unidos, veinte siglos después, donde se inventaron la Declaración de Derechos del Hombre porque con algo tenían que limpiarse el culo.

En el siglo pasado el invento ha ido perfeccionándose a base de tropezones. Por ejemplo, la paradoja de que fuese el sistema democrático el que fabricara a uno de los mayores genocidas de todos los tiempos, un dictador horrendo que nada tenía que envidiar a los más aberrantes emperadores y césares del pasado y del presente. Todo gracias al buen gusto del pueblo alemán, ese lerdo inconsciente que Billy Wilder caracterizó para siempre como el secretario pelota de Un, dos, tres, el que daba el saludo nazi con taconazo incluido por puro acto reflejo y que durante la guerra no se había enterado de nada porque estaba trabajando en el metro. Luego, cuando descubrían que en realidad sí había trabajado para los nazis, él se defendía diciendo: "Sí, pero de repostero. Además era un malísimo repostero".

En la actualidad, el taller democrático ha necesitado otros pequeños ajustes, principalmente porque la gente no vota lo que hay que votar y, claro, pasa lo que pasa. El pueblo griego amaga un ataque de lucidez y hay que enseñarle modales, como hicieron con los italianos, a los que ni siquiera les bastó elegir a un pelele como Berlusconi. Ahora la soberanía nacional ya no se lleva y son los banqueros los que dirigen directamente el cotarro, y no unos banqueros cualesquiera, sino los Draghi, los Guindos, los Monti y demás ralea, es decir, los mismos atracadores de Lehman Brothers y de Goldman Sachs que saquearon las arcas europeas. No cabe preguntarse por qué quieren obligar a los griegos a pagar con intereses abusivos una deuda mucho más pequeña de la que en su día perdonaron de buena gana a los alemanes. A los griegos quieren darles, de paso, una lección de matemáticas, para que se enteren de una buena vez lo que vale un cero.

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