Del consejo editorial

Medvédev y Putin en el espejo de Pedro el Grande

LUIS MATÍAS LÓPEZ

Periodista

Alexéi Tolstói escribió una monumental biografía novelada de Pedro el Grande, aplaudida por Stalin, que ensalzaba el afán modernizador de quien buscó en Europa inspiración para conducir a Rusia por la senda del progreso. Pese al estilo casi hagiográfico, el conde rojo no ahorró detalles de la crueldad sin límites con la que el fundador de San Petersburgo aplicó la receta. Tres siglos más tarde, Rusia vuelve de nuevo la vista hacia Occidente, pero sin aflojar las riendas del poder.

La crisis obliga a Dimitri Medvédev y Vladímir Putin a diversificar una economía basada en el monocultivo de gas y petróleo. El objetivo es obtener un flujo masivo de tecnología occidental, como la que insuflarán los contratos firmados en junio con grandes empresas alemanas durante un viaje de Angela Merkel.
Este intento de apertura explica las promesas de que mejorará el clima para las inversiones extranjeras (desde la fiscalidad a la burocracia), así como el entusiasmo de Medvédev al visitar el californiano Silicon Valley. Rusia quiere replicar en Skolkovo esta meca norteamericana de la alta tecnología, con ayuda de expertos extranjeros como los que el zar Pedro reclutó en su mítico viaje por Europa. La sustitución del teléfono rojo por una cuenta de Twitter es un símbolo de cómo Obama y el tándem Medvédev-Putin, sea cual sea el reparto real del poder entre ellos, encaran la reprogramación de sus relaciones, superando las heridas abiertas en la etapa de Bush.
El nuevo clima intenta liquidar los últimos resabios de la Guerra Fría y ha permitido que Rusia respalde sanciones a Irán y Corea del Norte, autorice el sobrevuelo de aviones norteamericanos con destino a Afganistán o firme un nuevo tratado de reducción de armas estratégicas. Por su parte, Obama ayuda a Moscú a entrar en la Organización Mundial de Comercio, tolera su nuevo protagonismo en el espacio ex soviético, deja enfriar las pretensiones de Georgia y Ucrania de entrar en la OTAN y elude denunciar el déficit democrático ruso. Un déficit enorme porque, en la práctica, existe un régimen de partido único, con jueces sometidos y trabas a la oposición y a la libertad de expresión. Mientras, se tolera que un tirano gobierne Chechenia y se da carta blanca a los herederos del KGB. Algo parecido a lo que hacía Pedro el Grande, que nunca dio voz al pueblo ni consintió que nadie le llevase la contraria.

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