El mundo es un volcán

Obama a España: una visita inoportuna que beneficia al PP

El anuncio de que Barack Obama viajará a España entre el 9 y el 11 de julio no podía haber llegado en un momento más inoportuno. La visita oficial se producirá apenas dos semanas después de las elecciones legislativas y en pleno proceso de formación de nuevo Gobierno, con el actual de Rajoy todavía en funciones y que, por tanto, no debería adquirir compromisos con el imperio que quizá tenga que cumplir otro inquilino de la Moncloa. Que, pese a todo, el presidente norteamericano mantenga su plan de viaje, postdata irrelevante a una cumbre de la OTAN en Varsovia, no es tanto un detalle hacia un país en la serie B de los intereses de Estados Unidos, sino justo lo contrario: una inoportuna intromisión que sirve a los intereses electorales del Partido Popular.

El presidente del Gobierno y el rey, únicos dignatarios con los que se sabe de momento que se reunirá Obama, deberían tener esos días preocupaciones más importantes que desplegar la alfombra roja al ilustre visitante, que se paseará por España como los emperadores romanos por sus provincias o los soviéticos por los países satélites. Su heredero en cierto sentido en el siglo XXI quería cumplir la promesa de visitar nuestro país antes de que concluyera su mandato, y ahora le pillará de paso, aunque el momento no puede ser más inadecuado. A no ser que haya segundas intenciones.

Que nadie se llame a engaño: a los anfitriones de Obama no les viene mal, y es probable que, no solo no hayan puesto objeciones por la inoportunidad de la fecha, sino incluso que se hayan esforzado para que, por ese mismo motivo, se mantenga el viaje. Rajoy y los suyos deben calcular que obtendrán una buena rentabilidad en votos. Que el presidente llegue cuando estos ya se hayan escrutado no implica un efecto neutro sobre el resultado electoral.

El PP lo tiene claro, de ahí que García Margallo se apresurase a sacar pecho y referirse a la visita como fruto de una consolidación  las relaciones cuyo mérito corresponde a su Gobierno. Por si quedaba alguna duda, dejó caer que esa tarea no ha sido fácil tras la herencia recibida de los socialistas, simbolizada en la falta de respeto de Zapatero a la bandera de las barras y estrellas en un desfile o la fulminante retirada de Irak, apenas los socialistas llegaron a la Moncloa. El mensaje no podía ser más claro: el PP es la mejor garantía de que se mantendrán y estrecharán los lazos bilaterales.

No hay peligro de que descarrilen, incluso si la izquierda roja, morada o roji-morada llega al Gobierno. Incluso cabe dudar de que haya algún dirigente político que, más allá de la retórica insustancial, se manifieste abiertamente durante la campaña a favor de la salida de la OTAN. España es un socio leal, y algún beneficio material saca con ello, pero a Estados Unidos también le interesa, y mucho, que lo siga siendo, por motivos en definitiva de dominación en sentido amplio, que por supuesto implica la exigencia global de sumisión, pero también un control más sutil que se inyecta hasta con la omnipresencia de productos de consumo cultural. Por lamentable que resulte, es una situación en la que el colonizado o no se da cuenta de que lo es o está con frecuencia encantado de serlo.

Así, se da la paradoja de que el Rey, el Gobierno y por desgracia buena parte de la población consideran que Obama tiene todo un detalle al hacernos una visita en la que difícilmente oirá una palabra más alta que la otra. Ahora es improbable, pero hace décadas quizá le habrían sacado los colores en protestas callejeras en las que, por ejemplo, se hubiese exigido el desmantelamiento del portaviones de Rota (que jugará un papel clave en el escudo antimisiles norteamericano) o la retirada de los miles de militares de la base de Morón (reforzada con una fuerza de acción rápida preparada para intervenir en África). Se trata de dos puntas de lanza de enorme importancia estratégica para el despliegue militar de Estados Unidos en el mundo. Y les sale casi gratis, no en vano España es un socio leal, al extremo del servilismo.

Esta incondicional subordinación a los intereses globales del imperio contribuye a convertir España en objetivo de primer orden para el terrorismo yihadista. Por no hablar de lo que ocurriría en caso de una guerra nuclear, que hoy por hoy se antoja imposible, pero que no debe serlo tanto cuando Rusia y Estados Unidos se empeñan en mantener sus costosos y descomunales arsenales atómicos.

Washington tiene mucho más que agradecer a España que viceversa, y no estaría de más que todos aquellos a los que se cae la baba con la visita de Obama olvidasen su papanatismo de una vez por todas.

Si el emperador quiere hacer honor a la fama que le hizo ganar el Nobel antes de tener siquiera oportunidad de merecerlo; si de verdad no pretende interferir en los asuntos internos españoles; si además de dar las gracias, visitar a sus tropas y hacer turismo, desea hacer algo útil, ahí va una sugerencia: anuncie ya mismo, para que ningún partido pueda sacar provecho en la campaña, que además de con Rajoy se reunirá con los dirigentes de los principales partidos, sin exclusiones.

Así transmitiría con nitidez su mensaje y conocería de primera mano las posiciones de todos los líderes que pueden ser decisivos en el futuro Gobierno, sea el que sea. Aunque él sea ya un pato cojo, sería ésta una información que podría interesar a su sucesor, ya sea Trump o Clinton.Y que no tema que ninguno de sus interlocutores en España pueda mear fuera del tiesto. No está el horno para desafíos.

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