Tierra de nadie

La preocupante fuga de cerebros

El ministro de Educación, José Ignacio Wert, es de natural optimista, un hombre que tranquilizaría a un infartado diciéndole que ha tenido una corazonada. Así, mientras los demás se alarman ante la imparable fuga de cerebros que está provocando la crisis y su corolario de recortes salvajes en investigación y desarrollo, él ve una oportunidad única para que los científicos españoles viajen, conozcan gente y perfeccionen el inglés, sin cuyo dominio no hay quien publique un breve en Nature o en Science. Las botellas medio vacías están prohibidas por decreto.

Opina el ministro que la corriente migratoria de investigadores puede ser de ida y vuelta en cuanto aquí haya recursos para que regresen. Por tanto, no hay de qué preocuparse. Un biólogo molecular de Calpe, pongamos por caso, debe ahora mismo instalarse en Alemania, donde se le valorará y se le pagará un salario que duplicará sus mejores expectativas en España, pero en cuanto aquí se le prometa en unos años cierta estabilidad dentro del mileurismo hará las maletas y retornará cual hijo pródigo, atraído por la irresistible fuerza del sol mediterráneo, las tapas y la siesta.

Wert está demostrando una sensibilidad muy especial con el talento. Los científicos han de marcharse con viento fresco, especialmente si se dirigen al norte, y estudiantes como los del Instituto Luis Vives de Valencia también tendrían que hacerlo o, por lo menos, no quejarse por asistir a las clases con manta por falta de calefacción porque protestando no se resuelve nada y así se van acostumbrando al frío clima de Berlín. Escuchar ayer en el Congreso al ministro de los estudiantes justificar que la Policía se líe a porrazos con los jóvenes que defienden una educación pública digna y de calidad es la mejor invitación al márchese el que pueda.

Además, para investigar rápido ya está el propio Wert. El martes proponía indagar si se había producido algún exceso con los estudiantes; al día siguiente, ya tenía la respuesta: se actuó contra violentos que infringían la ley. Sería estupendo que regresaran los cerebros, pero no sólo los de los investigadores.

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