Bocacalle

La Marcha Negra de 1992 y la de ahora

En un país con tantas deudas de memoria como el nuestro, conviene recordarlo ahora que los mineros del carbón de Asturias, León y Aragón caminan a pie hacia Madrid en protesta por el recorte en las subvenciones que ha sufrido su sector, amenazando el porvenir de miles de familias. En 1992, la inminencia de cierre de una explotación minera en Villablino (León) puso en la misma ruta la primera Marcha Negra. La movilización fue total en el Valle de Laciana.

Según escribió un cronista, mil pies y la solidaridad de miles de personas a lo largo de dieciocho jornadas conmovieron a todo el país. El recibimiento que Madrid dispensó a los quinientos mineros el 25 de marzo de 1992 fue masivo. Miles de personas acompañaron a los trabajadores leoneses hasta el ministerio de Industria. Como ahora con el gobierno del Partido Popular, el gobierno de Felipe González se mantuvo en silencio hasta que, siete días después de la llegada de los mineros a Madrid, se firmó un acuerdo de mínimos que supuso también una victoria por la mínima, pero victoria al fin y al cabo.

Cuenta Ronteki, que se hace eco de esta imprescindible y oportuna recordación en su blog Los carriles de la vida, que a lo largo del camino fueron muchas las anécdotas solidarias vividas por sus protagonistas. Una niña en un pueblo Valladolid puso en la mano de un minero 25 pesetas y hubo mucha gente que dio billetes de 5.000 para financiar la expedición.

Pero lo que quizá más llama la atención de aquella Marcha Negra del 92 es lo que comentaba uno de sus portavoces, miembro de un sindicato, que al acostarse después de un día más de camino se apercibió de la hinchazón de su mano derecha. No se debía a ningún golpe o contusión sufrida durante el itinerario, sino a las muchas manos solidarias que hubo de estrechar durante esa jornada.

Ni España ni Madrid son en 2012 la nación y la capital del Estado de 1992. El 92 fue un año rico y pujante en grandes eventos internacionales, con las Olimpiadas en Barcelona, la Exposición Universal de Sevilla y Madrid como capital cultural de Europa. Hoy todo el país está soportando, cada día con mayor grado de indignación, los rigurosos e injustos ajustes que el vigente gobierno está aplicando cada vez con mayor dureza contra la mayoría de la población. A ello hay que sumar el incremento acumulativo de recortes en derechos laborales y sociales, en detrimento de los trabajadores y de la educación y sanidad públicas.

Es por eso previsible y deseable que las manos de los mineros, cuando lleguen a Madrid el próximo 11 de julio, estén hinchadas de abrazos y que la acogida de la capital sea multitudinaria, porque ellos, en los tiempos que corren, sí nos representan, o al menos sí deberíamos sentirnos representados en ellos.

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