El ojo y la lupa

Trotski y Lowry, bajo el volcán en México

El francés Patrick Deville ofrece en Viva (Anagrama) un fresco del México de los años treinta del siglo pasado (aunque con proyecciones hacia delante y vueltas atrás) que toma como referente lo que, con más voluntyad que base real, presenta como una suerte de vidas paralelas, aunque desconectadas: la del escritor inglés Malcolm Lowry, autor de Bajo el volcán, y la del revolucionario soviético y principal enemigo de Stalin León Trotski.

Ambos coincidieron algunos años en México. Lowry se precipitó allí por el abismo del alcohol, la droga, el delirio alucinatorio y la obsesiva violencia creadora que marcaron su vida toda, aunque la Parca no se lo llevó hasta el 26 de junio de1957, diez años después de que su obra maestra asombrara al mundo y le convirtiese en un clásico. En cuanto a Trotski , acogido por el presidente Lázaro Cárdenas tras la intercesión del muralista Diego Rivera, el largo y asesino brazo de Stalin le alcanzó por fin el 21 de agosto de 1940, cuando el comunista español Ramón Mercader le hundió un piolet en el cráneo, "como la daga en la espalda de César o el cuchillo en el pecho de Marat".

Deville ha sabido plasmar en sus libros, con sobresaliente aliento literario, y con una cuidada ambientación resultado de muchos viajes, lecturas y entrevistas una realidad con diferentes focos, pero centrada siempre en los hombres que con su esfuerzo, osadía e ingenio contribuyeron a transformar el mundo. Su año de referencia –más en otras de sus obras que en Viva- suele ser 1860, que considera clave en la emergencia de la segunda re revolución industrial, el proyecto del canal de Suez, el descubrimiento de los templos de Angkor, la intervención imperialista francesa en México, el gran salto adelante de la investigación científica, el imperio nicaragüense del norteamericano Robert Walter, la formación de Italia tras las conquistas de Garibaldi o el prodigioso avance en las comunicaciones que, gracias a la máquina de vapor, hizo más pequeño el mundo, en un grado solo comparable al impacto de la actual globalización.

Deville ha recreado la atormentada historia de Camboya en Kampuchea y la de Centroamérica en Pura Vida; la aventura científica en Indochina de Alexandre Yersin, descubridor del bacilo de la peste, en la multigalardonada Peste & Cólera;  y la colonizadora y discutiblemente humanizadora peripecia africana del explorador Pierre Savorgnan de Brazza en Ecuatoria.

Viva, de reciente publicación en castellano, es la última entrega –la quinta ya- de un proyecto que prevé nueve. Describe la confluencia mexicana de Lowry y Trotski y su deriva hacia un destino trágico. Pero hay también muchos personajes secundarios, algunos con talla de protagonistas, aunque el nexo de unión sea en ocasiones tenue. Como la pintora Frida Kahlo y su compañero el muralista Diego Rivera, sus colegas José Clemente Orozco y David Álvaro Siqueiros, los fotógrafos Tina Modotti y Edward Weston, el misterioso escritor izquierdista B. Traven (autor de El tesoro de Sierra Madre), el poeta ruso Vladímir Maiakovski y los franceses André Breton y Antonin Artaud, John Dos Passos, Graham Greene y hasta el nicaragüense Augusto César Sandino.

Buena parte de ellos formaban parte del grupo de los doce apóstoles, con Rivera de epicentro, unidos inicialmente por su dedicación a  la causa revolucionaria comunista, pero separados luego por la ruptura entre estalinistas y trotskistas. En palabras de Deville, "algunos se convertirían en traidores y otros en héroes". Siqueiros, por ejemplo, encabezó la aparatosa y fracasada intentona de asesinato en mayo de 1940 del ex jefe del Ejército Rojo y adalid de la revolución permanente. Tan solo unos días después, Ramón Mercader, se infiltraría con el nombre falso de  en la casa de la calle Viena de Coayacán, convertida hoy en museo, en la que, en agosto de ese mismo año, ejecutó por fin la venganza ordenada por el zar rojo.

En Viva, Trostski casi aplasta a Lowry. No ya tan solo porque su huella en la historia sea muy superior, sino sobre todo por la relevancia del elenco de personajes que rodean en México a quien fue número dos de la revolución bolchevique. El escritor inglés, sin embargo, está a solas con sus fantasmas, sus adicciones, su patológica fiebre por crear una obra maestra, la lucha con los demonios literarios y personales, incluso con las dificultades de subsistir, aunque heredó una fortuna a los 30 años, a la muerte de su padre, que le pagó un sueldo hasta entonces con el que iba saliendo adelante a duras penas.

Deville describe con maestría cómo la caída a los infiernos de Lowry es paralela a la de Geofrey Firmin, el cónsul protagonistra de Bajo el volcán, que ahíto de mezcal, ve pasar el día de difuntos de 1938 las últimas horas de una existencia sin esperanza. Hasta que se cumple su destino trágico, a manos de un puñado de fascistas: "Lo empujaron al fondo de la barranca con una bala en el vientre después de haberle llamado bolchevique". Luego arrojaron sobre su cuerpo el cadáver de un perro. La muerte del autor de la novela fue mucho más lenta, pero no menos dolorosa, mientras "el Volcán caníbal, se tragaba su vida entera" y él la describía su obra, ya desquiciado, como "el último grito de un continente moribundo".

El Volcán es Lowry, y es más México que Europa. En una cita que a su vez recoge Deville del prefacio a una edición de Bajo el volcán, Juan Villoro sostiene: "Seguramente Lowry se las habría arreglado para sufrir igual en Suiza, pero no hay duda de que México contribuyó de manera específica al deslumbramiento y el desplome que buscaba".

Con tantos polos de atención no es de extrañar que Viva resulte una obra fascinante, escrita de tal forma que sería injusto no calificarlo de novela, aunque todo cuanto aquí se cuenta sea rigurosamente cierto. Es el peculiar estilo de Deville, que no solo ejerce de cronista o historiador, sino sobre todo de literato, en la más noble acepción del término. Su forma de escribir, brillante e imaginativa, resulta a veces un tanto difícil de seguir, con vueltas atrás, y sobreentendidos que exigen conocimientos previos de alguna profundidad, pero sin llegar a los extremos de Pura vida.

Deville, que en 2012 obtuvo con Peste & Cólera el Prix des Prix francés a la mejor obra de entre todas las ganadoras de premios, se ha ganado el derecho a que sus lectores esperen con ansiedad las futuras entregas de su ciclo de novelas de lo real que ayudan a entender mejor, desde la aventura de tantos y tantos grandes hombres, cómo se forjó el mundo en que vivimos. Una sugerencia: que aborde la azarosa historia del canal de Panamá, que a finales de junio culminará su último desafío.

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