Fuego amigo

La derecha está torcida

Según se va desmontando por parte de los jueces el andamiaje puesto en pie por los medios de comunicación de la extrema derecha, con el aplauso, si no la inspiración y el aliento, del ZAR (Zaplana-Acebes-Rajoy), de la teoría de la conspiración del 11-M, y tras el último capítulo firmado ayer por el juez Garzón en torno al ácido bórico famoso y los tres peritos tramposos pagados por no sabemos todavía quién (aunque ya a estas alturas todos nos lo suponemos), después de todo esto, decía, una risa boba e incrédula recorre este país llamado España, una monumental vergüenza ajena se ha apoderado, sobre todo, de la profesión periodística que ve cómo unos pocos colegas han prostituido el único capital que tenemos: la credibilidad.
¿Y cómo responde el diario El Mundo, el principal muñidor de la trama mafiosa? Matando al mensajero. En lugar de pedir perdón, o incluso acudiendo, como ya ha hecho alguna vez, al recurso de sentirse engañado por oscuras maniobras para desprestigiarlo con falsas informaciones, opta por seguir huyendo hacia adelante, sin propósito de la enmienda, de victoria en victoria, hasta la derrota final. En su edición impresa, a cinco mil columnas de vellón, se lee: "Montaje de Garzón para criminalizar a los peritos que denunciaron la falsificación". ¿No es genial? Tiempo atrás, Garzón era un juez intachable que al fin había aceptado una línea de investigación que nos iba a llevar a todos a la madre del cordero, es decir, a ETA; pero como la realidad, de pronto, no concuerda con sus fantasías, el diario pasa de acusado a acusador con una desvergüenza digna de una tesis doctoral (alguien estará comenzando a escribirla, sin duda).
Cierto es que en el currículum personal de Pedrojota ya hay un precedente. En aquella desgraciada historia del video sexual en el que aparecía con la prostituta Exuperancia, filmado a traición, como una muestra intolerable de intromisión en la intimidad, con todas las agravantes posibles, ya eligió en un primer momento el camino de la defensa equivocada, hasta que corrigió el rumbo, es decir, denunciar a los autores del delito de filmación y distribución de un video que hería gravemente la esfera privada de un ciudadano. Es de las pocas veces en mi vida en que estuve de acuerdo con Pedrojota, porque en la guerra no vale cualquier arma para la destrucción del enemigo, y las opciones vitales de cada uno, sean sexuales o musicales, son un derecho inalienable.

Y os digo todo esto porque cuando estalló el escándalo, al igual que ahora, la reacción del personaje fue reunir a sus más allegados a la dirección del periódico, pasarles el video, y en vez de indignarse por la forma inaceptable y delictiva con que había sido agredida su intimidad, ¿sabéis cómo respondió? Pues, según esas fuentes muy cercanas y bien informadas, Pedrojota escenificó ante los suyos su indignación... por una filmación en la que un actor, sí, un actor de parecido asombroso con él, le había suplantado en aquellas escenas de cama. No se quejaba de haber sido víctima de unos delincuentes políticos sino de que aquello que estaba corriendo como la pólvora por media España era un montaje.
Veo con estupor que de aquel incidente no extrajo ninguna lección. Se está comportando como un animal acorralado cuya única salida es el ataque, hasta el punto de incurrir en un presunto delito de acusar a un juez de cohecho sin pruebas, algo que, supongo, la fiscalía estará estudiando convenientemente.
Pero hay algo que me preocupa mucho más que la pérdida de sentido de este personaje histriónico. Me gustaría saber qué está pasando, ahora, por la cabeza de los demás beneficiarios de la trama de desprestigio de todas las instituciones del Estado: el ZAR. ¿Nos van a pedir perdón o van a continuar salpicando de mierda a todo lo que se interponga a su paso en el camino hacia la teoría de la conspiración universal? ¿Los votantes del PP, como mis hermanos, sobrinos y amigos, heridos en su inteligencia, no se merecen una disculpa y una corrección de rumbo por parte de los dirigentes de esa derecha torcida? ¿Con qué derecho pueden continuar llevando sus falsas teorías al Parlamento, profanando así el santuario de la política, el lugar donde toman asiento los representantes de la soberanía popular?

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