Multiplícate por cero

Del paro a la escuela

El techo de cristal es una barrera artificial invisible que impide que ciertos individuos puedan avanzar más allá de un cierto punto dentro de una organización. Generalmente, se ha utilizado esta expresión para referirse a las mujeres bien cualificadas profesionalmente, las cuales, histórica y misteriosamente, acaban topándose siempre con un techo de cristal y dejan de progresar. Pero ahora, en España, estamos observando que se ha generado en el mercado laboral un inmenso techo que afecta a los jóvenes, sea cual sea su sexo, de modo que les es prácticamente imposible encontrar trabajo, estén cualificados o no, y si lo consiguen, lo hacen mediante un contrato temporal que prácticamente nunca se hace fijo.

El techo ha existido siempre, pero ahora, en plena crisis, el espesor del cristal es aún mayor. En 2007, el 20% de los superjóvenes (entre 16 y 19 años) tenían trabajo. En muchos casos, abandonaban los estudios precisamente porque conseguir un trabajo era muy fácil para ellos. Dos años de crisis han recortado radicalmente esa tasa a menos de la mitad.

En aquel mismo año 2007, el 8% de los contratados temporales perdía el trabajo cada trimestre y únicamente el 1% conseguía que le hicieran fijo. Hoy, tanto una como otra cifra son de hemorragia. Algunos datos: los jóvenes sufren una tasa de paro del 40%, que más que duplica el promedio general (18,8%) y su tasa de temporalidad alcanza el 57%, cuando la de los mayores de 30 años está en torno al 20%.

El lunes próximo, el Gobierno va a entregar a los sindicatos y a CEOE una propuesta sobre empleo que, a priori, plantea como objetivos a defender por todos reducir la temporalidad de los contratos laborales e impulsar, sobre todas las cosas, el empleo juvenil. Se supone que ese diálogo social debe discutir el tema vital: cómo proteger y fomentar la contratación de todos esos jóvenes que hoy andan sin cualificación por la vida, haciendo que la formación y el tiempo de formación en horario laboral sean el mecanismo por el cual consigan esa profesionalidad que en el futuro les proporcione un contrato fijo. Y todo eso suena bien, pero nadie parece esperar muchas más cosas de este diálogo social, mucho menos la patronal, que se ha dedicado a boicotearlo con peticiones de máximos inaceptables para la otra parte.

Sea como fuere, han pasado casi dos años desde que el Gobierno y los agentes sociales fijaron una "hoja de ruta" para el diálogo y no se ha conseguido un acuerdo en materia de reforma laboral. Y el caso es que la historia demuestra que no es imprescindible un consenso unánime para sacarlo adelante. Pasó con los Pactos de la Moncloa, con el Estatuto de los Trabajadores o con la ley de Libertad Sindical. Zapatero repite que no quiere hacer nada sin el acuerdo sindical. Y es algo bueno para ahorrar la conflictividad laboral, pero sólo con eso no se rompe el techo de cristal.

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