Otras miradas

Reconquistemos las plazas

Álvaro Ardura

Profesor asociado del departamento de Urbanismo de la Escuela TS de Arquirectura de Madrid y miembro de la Junta Directiva del Club de Debates Urbanos

Álvaro Ardura
Profesor asociado del departamento de Urbanismo de la Escuela TS de Arquirectura de Madrid y miembro de la Junta Directiva del Club de Debates Urbanos

El pasado lunes, la plaza de Callao de Madrid se llenó en el recibimiento de la selección española, campeona en el Eurobasket 2015. La fiesta repitió lugar en este tercer oro europeo: también se recibió a Gasol y compañía en Callao en 2011, mientras que en 2009 se realizó en la Cibeles, centro de las celebraciones  deportivas del Real Madrid.  Pareciera que se buscó esta plaza huyendo de la identificación con el club blanco (los lugares tienen memoria) pero también de otras asociaciones: la plaza de Colón ha sido recientemente usada por la derecha española en sus manifestaciones (quizás por la vinculación con los valores de hispanidad y la monumental bandera que preside la plaza), mientras que la puerta del Sol ha sido tradicionalmente el lugar de convocatoria de la izquierda, desde la proclamación de la República hasta el 15M, pasando por el No a la Guerra.

Lo cierto es que a día de hoy, Callao  es una plaza idónea para este tipo de eventos.  Parece que fue claramente diseñada para albergarlos cuando se reurbanizó en 2009 con fondos del Plan E. El proyecto publicitaba la "plantación de 48 nuevos árboles – plátanos- (...), que se sumarán a los 28 actuales, la sustitución de 83 puntos de luz y la colocación de otros 39 y la colocación de nuevos bancos y papeleras, así como marquesinas y aparcamientos para bicis en el área intermodal". La realidad de la reforma es bien distinta: la plaza es una gigantesca tábula rasa de granito, que conserva un solo árbol de los existentes, por lo que no existen sombras; se eliminaron los parterres y cuenta con un solo banco público, individual, que mira a la gigantesca pantalla de los Cines Callao, como una metáfora digna de un cuadro de De Chirico: la soledad del individuo frente a los medios.

Con el tiempo han proliferado las terrazas privadas en sus márgenes, pero el espacio central está la mayoría del tiempo vacío, ocupándose de forma frecuente en fines de semana, por instalaciones efímeras para actos generalmente publicitarios: desde los más obvios relacionados con los grandes almacenes cercanos, a otros de los más pintorescos: rockódromos patrocinados por operadoras de cruceros, pistas de hielo en Navidad (compitiendo con la que también se instala en la cercana plaza de Maria Soledad Torres Acosta, mas conocida como la plaza de los cines Luna) o incluso una bóveda levantada por una empresa tecnológica.

La ocupación del espacio para actividades comerciales no es algo novedoso. A fin de cuentas, un mercado no es mas que una plaza con puestos, a la que tiempo después tal vez se le haya levantado un techo. Lo que sí lo es es la orientación casi exclusiva del diseño del espacio público para la obtención de un rendimiento económico. En este caso, además impulsada por la ventajosa situación de la plaza, al final del eje comercial Carmen-Preciados, todavía a dia de hoy la zona mas rentable de alquiler de locales comerciales, por encima de la "milla de Oro" de las calles Ortega y Gasset y Serrano. La reforma de Callao perseguía ese objetivo: convertir la plaza en un espacio alquilable, por encima de cualquier otro uso social (sin ir mas lejos, el de tradicional punto de encuentro).

Pudiera parece esta una afirmación maximalista. No lo es. Porque otras actuaciones en espacios públicos cercanos siguen la misma pauta. La plaza de los Luna, reformada con anterioridad es igualmente una gigantesca superficie también de granito (eso si, con un pavimento bicolor con despiece trapecial), arrinconando usos mas necesarios como la zona de juego de niños; y la tan polémica reforma de Sol, posterior, hizo que se plantease su rediseño pasados un par de años de la obra.  Entre Sol y Luna, Callao es la guinda del "Catalogo de espacios públicos alquilables" que llegó a elaborar la anterior administración municipal, su SBA (Superficie Bruta Alquilable, en jerga del gremio) de mayor valor.

Recientemente, Percival Manglano, ex consejero de Economía de la Comunidad de Madrid, concejal de la nueva corporación madrileña y activo tuitero, reclamaba recientemente en esta red social el cobro de la tasa por ocupación del espacio público (a razón de 49,05€ más 0,58€ por metro y día) a unos manifestantes contra la Ley de Seguridad Ciudadana que habían se habían plantado con un sofá en la acera de enfrente del nuevo Ayuntamiento. Manglano no ha tuiteado nada similar cuando los ocupantes del espacio, ayer mismo, han sido grupos neonazis. Ignoraba deliberadamente también que no se realizaba ninguna actividad lucrativa, supuesto que justifica el cobro de la tasa, con esa protesta, un mero ejercicio público de libertad de expresión. Quizás Percival pueda proponerle a su correligionario Boris Johnson la idea de cobrar una tasa en el Speakers Corner de Hyde Park. No tardaron en recordarle en las redes sociales que su propio partido había plantado otro sofá en la vía pública, en plena campaña electoral, sin coste alguno. Es más, el Partido Popular madrileño se autoadjudicó gratuitamente los mejores espacios, entre ellos el de la plaza de Callao (y junto con el PSOE prácticamente monopolizaron su reserva, aun sin llegar a usarlos). No puede decirse que esta elección abusiva le saliera bien al PP: un acto en Callao que acabó entre abucheos de los peatones fue grabado y se convirtió en viral en las redes.

Esta anécdota de Manglano, junto con la historia reciente de Callao, ilustra a la perfección la deriva neoliberal en la que estamos inmersos: la concepción del ciudadano como mero consumidor, la mercantilización de lo común, y el asalto a las instituciones (y espacios) públicos para su utilización para fines privados. En una distopía ultraliberal (¿una "smart city"?), cada transeúnte geolocalizado mediante una app quizá tenga que pagar por el consumo infinitesimal de espacio público.

También esta semana se cortó por primera vez en domingo el paseo del Prado para el tráfico rodado, como ya se venía haciendo en la calle Fuencarral. En el Día de la Movilidad también se cortó la Gran Vía, lo que desató las iras tuiteras de Esperanza Aguirre y, de nuevo, Percival Manglano, en defensa de la libertad de movimiento en automóvil (como todo el mundo sabe, un derecho humano básico). La hipertrofia de la proporción de espacios segregados para vehículos motorizados, cuando la mayoría de los viajes se realizan a pie y transporte público, no deja de ser otra forma de privatización. Del espacio público, un invento de las sociedades organizadas desde Grecia Por eso, actuaciones sencillas, y aparentemente pequeñas como cortar el tráfico, como el 15M (al que paradójicamente acusaron de "privatizar" Sol) o los abucheos en Callao, son en el fondo las más radicales (por ir a la raíz): reclamar la plaza,  tomar las calles, recuperar lo de todos.

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