Glòria Poyatos Matas
Magistrada TSJ Canarias y presidenta de la AMJE
"Cuántos siglos necesita la Razón para llegar a la Justicia que el Corazón comprende instantáneamente" Concepción Arenal (1820-1893)
La representación equilibrada de hombres y mujeres en las altas jerarquías judiciales nacionales e internacionales sigue siendo , en el s. XXI , una quimera. Conquistada la igualdad formal, el desafío de nuestro siglo es lograr una igualdad real que se alza inalcanzable.
El Tribunal Constitucional Español, que debiera ser el guardián de la igualdad como valor superior del ordenamiento jurídico, evidencia una grave anomalía democrática, observable a golpe de estadística. Desde su creación (1980) solo se han conocido cinco mujeres de un total de 60 integrantes, es decir un escaso 8% con periodos en los que las mujeres desaparecen en la impartición de una justicia constitucional (1989-1998) que parece pensada para un sociedad masculina. Cuarenta años después, las cosas no han cambiado tanto.
Las mujeres somos el 50% de la Sociedad y no el 8%.
La anecdótica representación de las mujeres en la cúpula de la Justicia vislumbra la realidad de una sociedad prejuiciosa que cuestiona la competencia y aptitudes de las mujeres en la toma de decisiones de alta responsabilidad, históricamente monopolizadas por los hombres.
Curiosamente no sucede lo mismo con otros colectivos. Pongamos un ejemplo. Vamos a pensar en un Tribunal Constitucional de España, en el que solo hubiera personas procedentes de Madrid y en un porcentaje escasísimo de otras Comunidades Autónomas . Alguien se plantearía que las personas vascas, catalanas, andaluzas o gallegas carecen de méritos o aptitudes para integrar la Institución?
La diversidad social debe reflejarse en la composición de la Alta Magistratura como requisito de legitimidad democrática. Las decisiones judiciales se enriquecen con la mirada de ambos sexos, porque esa es la mirada completa de nuestra sociedad. Un Tribunal diverso y equilibrado es la mayor garantía de que sus sentencias también lo serán.
Un ejemplo del impacto negativo de la exigua representación femenina en el Constitucional , lo veremos en unos meses cuando este Tribunal se pronuncie sobre el recurso de inconstitucionalidad planteado contra la llamada ley del aborto . Es una excentricidad, en términos democráticos, que algo tan genuinamente femenino, como es la interrupción embarazo y sus consecuencias, sea debatido con una insignificante representación de ellas frente a una aplastante mayoría de hombres, que van a verlo desde un punto de vista abstracto y extraño, en términos biológicos.
El poder judicial es un ejemplo paradigmático de las limitaciones profesionales de unas juezas, que aún siendo mayoría en la profesión (52%), son invisibilizadas sistemáticamente en la foto oficial de la justicia, que niega simbólicamente la importante aportación de las mujeres a la justicia, en una estampa propia de otros siglos. Cincuenta años después de legalizar a las juezas, los frenos a las magistradas en su ascenso profesional, ni siquiera son sutiles, tal y como evidencian las estadísticas de género de un Tribunal Supremo masculinizado, en el que solo habitan diez magistradas (12’19%) de un total de 82 integrantes. Y aunque la representación femenina en la cúpula judicial es escasa, la misma se alza inexistente en la Sala Civil del Tribunal Supremo, que en la actualidad no cuenta con magistrada alguna entre sus nueve integrantes (0%). Una verdadera devaluación de la ley de Igualdad en las entrañas de la justicia. Un déficit de legitimación democrática que refleja la sospecha permanente de las aptitudes femeninas. Pero las mujeres no somos un 0% de la sociedad.
Lo anterior adquiere especial gravedad si tenemos en cuenta que en la Jurisdicción civil se dirimen los recursos relacionados con custodias y cuestiones de familia, que en la actualidad no incorporan la experiencia de las mujeres a la hora de interpretar y aplicar el Ordenamiento Jurídico. Resulta paradójico que se niegue la voz femenina en la jurisdicción de familia, a pesar de ser ellas las que encabezan las estadísticas del tiempo dedicado a los cuidados familiares no profesionales.
La ausencia de mujeres en los puestos de relevancia social es una patología de las democracias de este siglo. Los cambios necesarios para lograr una Sociedad Igualitaria se aceleran cuando las mujeres se incorporan en todos los ámbitos sociales, políticos, culturales o judiciales de forma equilibrada y justa. Sin Mujeres, no hay Justicia.
"La igualdad entre géneros llegará cuando las mujeres puedan cometer los mismos errores que los hombres y no se les insulte por ello" Amelia Valcárcel
Comentarios
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