Otras miradas

Venezuela y el monstruo

Germán Ojeda

Profesor Titular de Historia e Instituciones Económicas, Universidad de Oviedo

Lo dijo hace dos siglos el padre de la Patria Grande Simón Bolívar y hoy sigue siendo verdad: "Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad".

En efecto, los EEUU del norte, todavía enganchados a la doctrina Monroe, no quieren soltar la presa que alimentó su prosperidad imperial y hacen desde hace años a la patria de Bolívar el centro estratégico de su tradicional política americanista del "gran garrote" para reventar la aspiración del pueblo venezolano a vivir sin tutelas, libre y soberano.

El cambio histórico, la revolución bolivariana, la empezó hace dos décadas –en 1999- un oficial mulato del ejército venezolano llamado Hugo Chávez, que venía de la clase humilde, tenía inquietudes sociales, había leído a Bolívar y aspiraba a una Venezuela mejor, mejor que la que había conocido cuando entró en el ejército y vivió el "Caracazo", un acontecimiento histórico que iba a marcar su posterior trayectoria política.

El "Caracazo" está escrito con sangre en los anales de Venezuela. Fue la reacción popular ocurrida los días 27 y 28 de febrero de 1989 ante las radicales medidas neoliberales de ajuste económico y laboral que impuso el presidente "socialista" Carlos Andrés Pérez a un pueblo que veía la opulencia de la gran burguesía rentista petrolera y sufría las consecuencias en su precaria vida cotidiana, y que ante ese atropello se reveló exigiendo justicia.

La respuesta a este clamor social fue una represión feroz, donde murieron cerca de 4.000 manifestantes, asesinados a sangre fría por armas de fuego de la policía y el ejército. Chávez vivió aquella dramática experiencia y aprendió una gran lección, esto es, que el poder político y las fuerzas armadas debían estar para servir al pueblo.

Y para servir al pueblo participó en varios motines militares contra el falso  bipartidismo corrupto y opresor de Acción Democrática y Copei, hasta que en 1998 ganó las elecciones presidenciales. Cuando  al año siguiente empezó a gobernar todo su programa político se iba a vertebrar a partir de esa dramática experiencia del "Caracazo". Para empezar construir la unión cívico militar, luego repartir la gran riqueza petrolera con el pueblo empobrecido, y además impulsar la Patria Grande iberoamericana, el sueño de Bolívar.

Las tres patas fundamentales de la revolución bolivariana se integraban en un nuevo proyecto histórico: el pueblo y las fuerzas armadas juntos en un mismo proyecto; el país, gracias al océano petrolero, podía financiar las justas aspiraciones populares a vivir con dignidad, y la construcción de una patria compartida con las naciones hermanas iberoamericanas  creando distintos organismos comunes  -Unasur, Alba, etc- para avanzar en un horizonte emancipador –la segunda independencia- de la América sometida.

En resumen el chavismo fue sobre todo eso, y tal como pronto quedó de manifiesto, funcionó, así que en poco tiempo articuló los nuevos consensos sociales y le cambió la cara depredadora, especulativa y racista al país del petróleo, un país que hacía mucho tiempo que era un protectorado económico de Estados Unidos, donde tenían sus mansiones, sus familias y sus cuentas  -en Miami-  los grandes rentistas venezolanos,  y que como consecuencia de la gran crisis energética de 1973 había nacionalizado dos años después su enorme riqueza petrolera con el visto bueno de los patrones norteamericanos, una riqueza que por cierto hace de Venezuela el país con las mayores reservas petrolíferas del mundo, además de tener gas, oro, coltán y distintos minerales estratégicos en tan grandes cantidades que convierten al país caribeño en un nuevo "El Dorado".

La irrupción del chavismo en la sociedad venezolana fue una especie de milagro en tiempo real, porque gracias a esa riqueza petrolera, ahora favorecida además por los elevados precios del crudo, se implementaron a toda marcha políticas contra la pobreza –las Misiones-, contra el analfabetismo –se fabricaron escuelas por todo el país-, contra la enfermedad –se levantaron centros de salud incorporando a cientos de médicos cubanos- y contra el chabolismo –se construyeron miles de viviendas para las familias más desprotegidas-.

Si Stefan Zweig había dicho hacía tiempo que Brasil era el país del futuro, ahora Venezuela era el país del presente. Un presente basado como decimos en el petróleo, en el proyecto integrador bolivariano y además –también hay que anotarlo- en un populismo caudillista muy caribeño, que juntos convirtieron a Chávez en un líder iberoamericano. Para Venezuela fue a ojos vista un salto extraordinario en la justicia social, en la educación y en la salud,  en el reconocimiento de la diversidad racial, en la integración de los humildes, en el progreso general del país. El nuevo Simón Bolívar era en efecto Hugo Chávez.

Así nació el chavismo y así trataron de destruirlo antes de que siguiera creciendo los dueños del "patio trasero", los norteamericanos. Apoyándose en la gran burguesía rentista, en la patronal "Fedecamaras" y en España como madre primera de aquella patria, el gobierno de Bush impulsó un golpe de estado secundado por Aznar, avaló al empresario Pedro Carmona como el primer presidente "encargado", secuestró a Chávez y anunció el fin del chavismo, pero la resistencia del ejército y una reacción popular impresionante le devolvió al poder, cuando cientos de miles de personas humildes –se calcula que cerca de un millón- bajaron de los cerros caraqueños pidiendo la libertad de Chávez.

A Estados Unidos le quedaba la alternativa de matar a miles de venezolanos y destruir así su imagen democrática ante el mundo o liberar al presidente venezolano: Chávez volvió al poder en volandas del pueblo.

Y en volandas del pueblo, y a pesar del duro "paro petrolero" posterior, y gracias también a los altos precios del petróleo, Chávez reforzó su tarea de hacer más patria cívico-militar, de hacer más justicia social, de hacer como lo había reclamado antes José Martí más integración en "nuestra América", de hacer de todo ello lo que llamó el socialismo humanista del siglo XXI, hasta que en el año 2013 una enfermedad –que según distintas fuentes fue inducida- se lo llevó al cielo de Bolívar.

Fue un drama para el pueblo bolivariano y una oportunidad para la gran burguesía rentista venezolana, un drama para Latinoamérica y una oportunidad para EEUU, oportunidad que aprovecharon de varias maneras: poniendo en cuestión la legitimidad y las capacidades del sucesor Nicolás Maduro –al fin un simple ex conductor de autobús-, poniendo en circulación viejos y nuevos partidos políticos –en realidad camarillas de notables reaccionarios como Leopoldo López o el alcalde de Caracas Ledesma (1)-, y poniendo en marcha iniciativas de desestabilización del chavismo. Estados Unidos y su socio operativo la Unión Europea, aliados con la gran burguesía local, esto es, el sistema mundo capitalista se disponía a acabar de una vez con esa pesadilla caribeña y popular llamada "chavismo".

Todo lo importante que ocurrió desde que Maduro sucedió a Chávez, desde 2013 hasta ahora, fueron operaciones teledirigidas donde intervino EEUU., diseñadas la mayoría en los centros de la inteligencia norteamericana para acabar con la revolución bolivariana. Caida del precio del petróleo; partidos políticos que resucitaban en la oposición radical como "Primero Justicia" o como "Voluntad Popular" –el partido de los guiñoles López y Guaidó-; manifestaciones opositoras que se radicalizaban; "guarimbas" callejeras que quemaban autobuses, destrozaban edificios públicos, usaban armas de fuego y provocaban hasta muertos; convocatorias electorales diversas con resultados que no se reconocían, y además una gran campaña mediática internacional para culpar de la desestabilización sobrevenida, el caos social y la crisis política al chavismo. Maduro debe irse pero no se va. Las elecciones a la Asamblea Nacional (que por primera vez gana la oposición) y a la Asamblea Nacional Constituyente (que gana el chavismo) no resuelven nada, la reelección en la presidencia de Maduro en mayo de 2018  tampoco.

Mientras tanto, con las guarimbas encendidas y en medio del caos provocado para lanzar el malestar ciudadano contra el régimen, Estados Unidos había dado otro importante paso al frente. Obama, el presidente demócrata, aprueba en 2015 sanciones económicas contra Venezuela porque el país caribeño atenta –dice la ley aprobada- "contra la Seguridad Nacional de los EEUU", lo que permite al país norteamericano perseguir legalmente a Venezuela, es decir determinar la marcha de su economía y en consecuencia desestabilizar el funcionamiento del país.

Un funcionamiento que también se ve afectado estos últimos años por la caída de los precios del petróleo, se ve condicionado por una tradicional política extractivista donde no se hicieron durante este tiempo, como debían haberse hecho, cambios estructurales para diversificar la economía del país, y además cuestionado por la falta de control institucional en los servicios públicos como la salud, en las distintas administraciones y en las  empresas estatales civiles y militares, lo que favorece  la corrupción y crea un escenario de crisis general, económica y política, de la gobernanza de Maduro.

En este contexto, la llegada de Trump al poder va a dar el último impulso, ya desde 2017, a la doble guerra económica y política de EEUU contra el chavismo: decretar  nuevas leyes interventoras para estrangular económicamente a Venezuela y además poner orden en una oposición dividida para afrontar la batalla final. Y dado que Venezuela ha vivido siempre del monopolio petrolero y en consecuencia no se había ocupado  de diversificar su economía y no producía lo que necesitaba, la estrategia económica norteamericana pasa de nuevo por impulsar más todavía el bloqueo comercial y financiero para que Venezuela no pueda tener divisas ni acceder al crédito internacional, impidiendo así al país la compra en el mercado exterior de los alimentos y medicinas que necesita la población para subsistir, lo que aumentaría el malestar social contra el régimen y al final provocaría una crisis humanitaria. En segundo lugar, nombraba a otro "presidente encargado", Juan Guaidó, que representara los diversos intereses de toda la oposición y también de Estados Unidos.

Y a la suma de la oposición y al malestar interior, a la crisis financiera, económica, comercial y humanitaria fabricada por EEUU en Venezuela para tumbar de una vez por todas al régimen, se iba a sumar ahora un nuevo cártel político latinoamericano, el llamado "Grupo de Lima", grupo de gobiernos ultras y conservadores que viven colgados del apoyo y del dinero prestado por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, o sea de Estados Unidos, incorporándose también la Unión Europea, que aquí tampoco es partidaria ni de nuevos chavismos, ni de nuevos socialismos.

Es en este escenario europeo donde aparece de nuevo como protagonista España con su presidente Pedro Sánchez a la cabeza, que aliado con Trump y siguiendo la estela pro golpista de Aznar y de su maestro Felipe González, amigo del padre del "Caracazo" Carlos Andrés Pérez y enemigo del chavismo, y no la estela de Zapatero que supo actuar de mediador entre el chavismo y la oposición para intentar encontrar una  solución pactada a la crisis, declara su reconocimiento del "Presidente encargado" Guaidó, le da a Maduro un plazo en forma de ultimátum para que convoque elecciones e incluso viaja a Santo Domingo para que la llamada Internacional Socialista denuncie al régimen de Maduro, esto es, España vuelve con Sánchez a la política anti chavista de Aznar, a la política "real" del  "por qué no te callas" juancarlista, a la política imperial de la injerencia en asuntos internos de otros países, a la política neocolonial de las viejas metrópolis muertas que no respetan ni la historia común, ni la cultura compartida, ni la fraternidad entre las dos orillas iberoamericanas.

Lo cierto es que estamos en la fase final de la crisis venezolana, con EEUU tratando de destruir por lo civil –el lanzamiento de la población contra el régimen chavista- o por lo militar –la división del ejército venezolano- a la revolución bolivariana. El último paso que le queda después de haber nombrado al  nuevo "presidente encargado" Guaidó, después de la aplicación estricta de las sanciones económicas, del bloqueo financiero y comercial, de la campaña mediática internacional, de las Fake News, de la guerra cibernética terrorista que ha bloqueado durante varios días el sistema eléctrico y el abastecimiento de agua al país provocando efectos mortales en la población y gran alarma social, es la intervención militar directa de Estados Unidos.

Pero resulta que esa intervención, que sería un atropello al derecho internacional, no la apoya nadie, ni los propios países latinoamericanos conservadores aliados de Washington, ni los que proponen el diálogo como Uruguay, México, Bolivia y los pequeños estados caribeños, ni los países europeos que plantean elecciones, ni el Papa de Roma que frente a la iglesia local ofrece una mediación, ni el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, si mucho menos Rusia y China que son hoy soportes del régimen y clientes preferenciales del petróleo venezolano.

Si Estados Unidos se atreviera él solo a dar ese salto mortal muchas cosas cambiarían en América Latina y en el mundo. Como dijo Chomsky "lo que ocurra en Venezuela marcará el futuro de la humanidad". Para empezar habría masivas movilizaciones generales contra la política imperial en Venezuela y una reacción popular iberoamericana contra los gobiernos cipayos vendidos a los yanquis, la alianza geoestratégica chino-rusa que está poniendo en crisis la hegemonía norteamericana se profundizaría, y la Unión Europea tendría que revisar su hoja de ruta para enfrentar un autoritarismo y nacionalismo crecientes en su propia casa impulsados por la intervención norteamericana. Nacería una nueva época.

Y la patria de Bolívar volvería a soportar la política de ajustes neoliberales (2), y volvería a ser víctima de la riqueza del petróleo –la llamada "maldición de la abundancia"- en manos de unos pocos, mientras Estados Unidos destruiría su poco crédito democrático ante el mundo continuando con su vieja política interventora y criminal, como la que sigue aplicando en Cuba después de 60 años de bloqueo económico, o como la que aplicó  a Chile cuando promovió un golpe de estado contra el presidente Salvador Allende por querer transitar hacia el milagro de construir el socialismo por la vía democrática.

Esas son las miserias que fabrica Estados Unidos en nombre de la libertad tal como lo denunció Bolívar, tal como lo viene soportando la revolución bolivariana, esa es la política bárbara que condenó hace más de un siglo otro legendario patriota americano, el cubano Martí, cuando escribió con todas las palabras que "he vivido en el monstruo y conozco sus entrañas".


NOTAS

  1. Por ejemplo, en su estancia propagandística en España, Leopoldo López declaraba que "es normal que los opositores venezolanos vitoreen a Franco, si viviera nos ayudaría, como Rajoy", mientras el alcalde Ledesma llegó a decir que "Pinochet era un demócrata al servicio de su pueblo".
  2. Juan Guaidó presentó un plan para "reconstruir Venezuela" llamado "Plan País" basado en los programas austericidas del FMI: liberación económica y financiera, flexibilización laboral y privatización empresarial, esto es, el paquete neoliberal completo.

Más Noticias