Carta con respuesta

Árbol de la ciencia

En su visita a París, Benedicto XVI exhortó a los jóvenes a "rechazar los ídolos modernos del dinero, del poder, del tener e incluso del saber para volver a la relación con Dios y buscar la verdadera felicidad". Un mensaje muy bonito si no fuera porque Benedicto XVI y la institución que representa se contradicen clamorosamente. Lo que realmente me inquieta es la recomendación a los jóvenes de que rechacen "incluso los ídolos del saber" para volver a la relación con Dios y buscar la verdadera felicidad. Lo que se deduce de las palabras del Papa es que el mejor camino para llegar a Dios es la ignorancia. Lo cual no carece de sentido, pues, tal vez, solamente desde la ignorancia (no desde la razón y el conocimiento) se pueda aceptar la existencia de un Dios tan singular y acomodaticio a los intereses de algunas personas e instituciones.

PEDRO SERRANO MARTÍNEZ VALLADOLID

Por lo que vemos de fracaso escolar e índices de lectura, exhortar a los jóvenes a que rechacen el "ídolo del saber" es tan urgente como exhortarles a que rechacen el abuso de las espinacas y las acelgas. Visto el caso que le hacen cuando recomienda castidad, me parece digno de aplauso lo que ha hecho el Papa. Si recomienda la ignorancia, a lo mejor los jóvenes se encierran todo el día en

las bibliotecas.

No sé por qué se inquieta, la Iglesia siempre ha pensado lo mismo y, como Franco, desconfía de la "enorme soberbia de los intelectuales". Recuerde el Génesis: la serpiente les dijo que, si comían del árbol de la ciencia, "aperientur oculi vestri, et eritis sicut Deus scientes bonum et malum" (3, 5) (se abrirán vuestros ojos y seréis como Dios conocedores del bien y del mal). Lo hicieron y el Dios confirmó lo dicho por el reptil: "Ecce homo factus est quasi unus ex nobis, ut sciat bonum et malum" (5, 20) (he aquí al hombre que ha llegado a ser casi uno de nosotros, pues conoce el bien y el mal). En una reacción típica de su carácter, Dios los expulsó entonces del paraíso, no fueran a comer también del árbol de la vida y se hicieran inmortales. Puso una escolta con espadas de fuego protegiendo ese árbol: ahí deben de seguir, en guardia.

Le preguntaron a Einstein si era feliz y respondió: "No, ni falta que me hace". Si el único propósito de la vida fuera la felicidad, la bendita ignorancia sería lo mejor. "Qui addit scientiam, addit et laborem", enseña el Eclesiastés (1,18): cuando aumenta el saber, aumenta el dolor. Por mí no hay problema: la felicidad es una ambición modesta, la vida es mucho más grande y yo lo quiero todo, dolor incluido. Además, la incoherencia ha sido siempre el atributo más atractivo de la Iglesia católica: por eso acumula poder y riquezas y, además, este Papa dicen que es intelectual.

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