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No gana el PP, pierde el país

De entre todos los portazos que el PP está dando en las últimas semanas a los intentos de llegar a acuerdos planteados por el Gobierno, la negativa a sumarse al Pacto por la Educación es el más grave. Sin el apoyo del PP, España acabará por superar la crisis económica, aunque lo haga algo más tarde que otros países de su entorno. Sin el apoyo del PP, patronal y sindicatos terminarán por acordar una reforma del mercado laboral que ayude a la creación de empleo, aunque también llegue más tarde de lo necesario. Sin el apoyo del PP, seguiremos avanzando en la mejora de los derechos sociales y de ciudadanía.

Pero aplicar una reforma del sistema educativo consiste en apretar un botón (en realidad, cientos de ellos) que pone en marcha un mecanismo cuyos efectos sobre la ciudadanía no se percibirán en toda su magnitud hasta dentro de más de una década, cuando al menos una primera generación de ciudadanos haya gozado (o sufrido) los cambios sobre el modelo educativo. Hasta que los pequeños de hoy completen su ciclo formativo obligatorio con 16 (o más) años.

Afrontar una reforma educativa sólo reporta beneficios electorales si se hace con ánimo de revancha. Si se persigue la imposición de objetivos que refuerzan las banderas ideológicas más sectarias de un partido, lo que siempre provoca un alto grado de confrontación con quienes las consideran inasumibles y las perciben como una agresión a su identidad, su soberanía, sus creencias o su ideología.

Por eso ha sido encomiable el intento del ministro Gabilondo por implantar un nuevo modelo educativo que contente a todos, aunque para ello tuviera que provocar descontentos parciales en muchos de los implicados. El suyo era un proyecto ganador de generaciones, no de elecciones. El objetivo era preservar el acuerdo de los vaivenes políticos, blindar la educación contra los sucesivos cambios de color político de los gobiernos. En su estabilidad residía su grandeza.

El PP ha dicho hoy no a un acuerdo que reclama la mayoría de los sectores concernidos (asociaciones de padres, de profesores, agentes sociales y hasta autonomías del PP). La reforma educativa se aplicará de todas formas, aunque lo hará sin el apoyo del otro partido que puede llegar a gobernar.

La educación mantendrá la espada de Damocles de la perspectiva de un cambio en la próxima legislatura. No lo vean como una victoria del PP, aunque le reporte beneficios electorales entre los más ultras de sus simpatizantes. Laméntenlo por el futuro de nuestros hijos. No ha perdido el Gobierno, ha perdido el país. Otra vez.

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