La trama mediática

Willy Toledo les pone a cien

Es cierto: Willy Toledo perdió una magnífica oportunidad de mantener cerrada la bocota. Es gracioso, sin embargo, que los que se están acordando de los ancestros del locuaz actor hagan la ola al anticastrista Guillermo Fariñas cuando larga que "Zapatero es uno de los culpables de la muerte de Orlando Zapata". Llámenme equidistante -ya tengo cierta costumbre-, pero las demasías de los tirios me parecen igual de estomagantes que las sobradas de los troyanos.

Por eso me entra una risa floja mezclada con náuseas al escuchar en Cope a Juan Manuel de Prada, que lleva trienios soltando farlopa dialéctica que convierte en broma la descarga de Toledo, hecho una hidra porque otro anda recetando su misma medicina. Y encima, va el gachó y generaliza: "Podemos contentarnos con atribuir la infamia al paleoizquierdismo calenturiento del personaje en cuestión. Pero no nos engañemos: su rasgo energuménico no sería ni siquiera concebible si no lo auspiciasen los silencios obscenos, los circunloquios difusos y los cínicos eufemismos de una izquierda investida de una suerte de superioridad moral". Claro, figura, para superioridad, la tuya.

El cine español, nido de rojos

Ordeñando la misma ubre, José Javier Esparza, eterno secundario de la episcopal, nos obsequió con un abracadabrante informe que pretendía demostrar que el cine español ha sido siempre un nido de estalinistas rabiosos. Al final de un inventario que hubiera puesto pilongo al senador McCarthy, el cazabrujas hispano se preguntaba "si hay derecho a que una sociedad democrática otorgue, subvencione y sostenga altavoces de enorme peso en boca de personas furiosamente antidemócratas". No pude evitar imaginarme el cuento aplicado en Cope. Se quedaban en cuadro.

Muy esclarecedor, que todas estas toneladas de doctrina sobre los excesos verbales nos llovieran desde las ondas copeteras el mismo día en que un editorial jaleaba una furiosa soflama del arzobispo de Burgos. Lean: "Monseñor Gil Hellín ha llamado a las cosas por su nombre cuando ha dicho que una sociedad con varios millones de parados, que mata impune y sistemáticamente a sus hijos más inocentes, que convierte la escuela en instrumento ideológico o que niega que haya acciones buenas y malas con independencia de tiempo y circunstancias, es una sociedad cuarteada en sus estructuras básicas y removida en sus cimientos éticos; es decir que es una sociedad gravemente enferma". No nos diga la cura, señor prelado.

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