Al sur a la izquierda

¿Dónde está, oh Pepe, tu victoria?

 

Al igual que San Pablo se preguntaba en su Primera Carta a los Corintios "¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?", al término de la guerra de las listas electorales del PSOE andaluz, que debe concluir hoy con la celebración del Comité Director que les dará su aprobación definitiva, cabe preguntarle al secretario de los socialistas andaluces, José Antonio Griñán: ¿Dónde está, oh Pepe, tu victoria? Como se sabe, la célebre pregunta bíblica se formula en un contexto teológico relacionado con la resurrección, de cuya certidumbre quiere Pablo de Tarso convencer a sus hermanos corintios, para lo cual les insta "a permanecer firmes e inconmovibles, progresando constantemente en la obra del Señor".

 

También esta de ahora es una encrucijada de muerte y resurrección para los socialistas andaluces, que se juegan la vida el próximo 25 de marzo en las elecciones autonómicas más comprometidas que ha tenido que afrontar un partido tan acostumbrado a ganar que no acaba de hacerse una idea de lo que significa perder, del mismo modo que un moribundo que siempre gozó de buena salud no acaba de acostumbrarse a la idea de lo que significa morir.

 

Pero quizá por ello mismo y para ir familiarizándose con lo que tal vez les espera el día 25, los socialistas han estado matándose estos días a cuenta de las listas electorales. Dijeron que no lo harían, pero no han podido evitarlo. Después del gigantesco destrozo llevado a cabo por el secretario provincial de Sevilla, José Antonio Viera, él solito con estas manitas, al dimitir inesperadamente el domingo, los ajustes hechos ayer en las candidaturas para dar cabida a consejeros del Gobierno andaluz muy vinculados al presidente y que se quedaban fuera, como Carmen Martínez Aguayo o Francisco Menacho, son en alguna medida irrelevantes. No irrelevantes para los consejeros personalmente, pero sí irrelevantes para el curso de la guerra, que se torció tal vez decisivamente para Griñán y los suyos cuando su hombre en Sevilla dio un portazo cuyos ecos todavía resuenan en el desvencijado caserón socialista.

 

Por ello, esa victoria última de Griñán al situar a los suyos en puestos electorales de salida y ese tardío consenso alcanzado ayer en torno a las candidaturas son un consuelo inútil, una victoria que empieza y acaba en sí misma, una liviana gasa que difícilmente podrá taponar la sangría ocasionada por la fractura de Sevilla. Por lo que sabemos, los corintios creyeron a Pablo y confiaron en su resurrección. ¿Creerán los socialistas a Griñán y confiarán en la suya?

 

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