Al sur a la izquierda

Naranjas asesinas en Puerto Real

La cosa se ha puesto seria en Puerto Real. Un caso de corrupción policial ha quedado al descubierto. Gracias a la intervención desinteresada de un vecino ha sido desenmascarada una red de policías nacionales y empleados municipales que se llevaban a casa bolsas de naranjas y de patatas decomisadas a vendedores ambulantes. Bueno, tal vez no era exactamente una red. Tal vez era solo una pandilla y puede que ni siquiera estable. El caso es que los pilló un vecino que desde su terraza grabó cómo los polis y sus compinches municipales se repartían el preciado botín. El vecino vengador cogió además y subió la grabación a la red. El Ayuntamiento y la Subdelegación del Gobierno en Cádiz se han propuesto llegar hasta el final. Caiga quien caiga. No habrá paz para los culpables.

Los propios polis deben estar alucinando. Lo más probable es que lleven trapicheando con incautaciones alimentarias desde hace tiempo. En este caso los técnicos municipales habían dictaminado que ni las patatas ni las naranjas eran aptas para el consumo y por eso ordenaron su destrucción por el expeditivo procedimiento de tirarlas a un camión municipal de la basura. Y, en efecto, así se hizo. Pero no contaron con una cosa: la Policía no es tonta y en un hábil movimiento de anticipación se apresuró a rescatar del camión las bolsas de naranjas asesinas y patatas criminales. ¿Conque no comestibles, eh? Se nota que los técnicos municipales no saben lo cuesta en estos tiempos llenar las bocas familiares, y además, que una patata se ve a la primera si está mala o no está mala; si está mala la tiras y si está buena te las llevas a casa para hacerte una tortilla. Y eso hicieron los policías. Como dirían de ellos sus madres: mejor que se apropien de una pocas naranjas a que estén por ahí drogándose y yendo con mujeres.

El concejal de Seguridad, José Antonio Ayuso, se ha puesto serio. Más que serio. En una nota pública ha dicho que se realizarán sin dilación los "informes técnicos necesarios para la adopción de cuantas medidas sean necesarias con el rigor y la contundencia oportuna que se precise y para dilucidar responsabilidades de cualquier orden, tanto de régimen interno como cualquier otro que proceda". Uf. Pedazo de nota. Quien la lea sin saber los detalles del caso pensaría que en el Ayuntamiento de Puerto Real ha caído una peligrosísima trama de corrupción político-policial.

Pero es que el subdelegado del Gobierno, Javier de Torre, se ha puesto no menos serio que el concejal Ayuso, aunque, consciente de lo delicadísimo del caso para la imagen de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se ha apresurado a aclarar que lo ocurrido es un mero hecho aislado que en absoluto puede ser utilizado para "para juzgar la labor del Cuerpo Nacional de Policía, que diariamente vela por mantener la seguridad y el orden público en toda la provincia de Cádiz". Las autoridades de Cádiz, cuando se ponen a hacer notas oficiales, son un hacha. Si vigilaran los tubérculos decomisados tan bien como redactan sus notas oficiales, otro gallo les cantaría a los pérfidos criminales que les dan de comer a sus niños patatas y naranjas oficialmente no aptas para el consumo.

Aquí, el que más y el que menos se merece una medalla. Los policías, la Medalla al Mérito Familiar, por arriesgar sus carreras en pro del bienestar de sus hijos. Los políticos, la Medalla al Mérito Oratorio, por redactar esas notas oficiales tan peripuestas. Los técnicos municipales, la Medalla al Mérito Científico, por no dejar pasar ni una patata sospechosa a la cadena alimentaria. Y el vecino, la Medalla al Mérito Vecinal, por cotillear en el lugar y en el momento apropiado. Para que luego se diga que en este país la gente no sabe hacer lo que se espera de ellos.

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