A ojo

El palabrero

En Colombia, el presidente Juan Manuel Santos está haciendo milagros. No milagros físicos: caminar sobre las aguas, etc. Ni útiles: auxiliar a los millones de damnificados por el desbordamiento de las aguas por cuenta de las lluvias torrenciales. Sino milagros políticos; y, la verdad, bastante
inútiles. El más reciente ha sido, con ocasión de la fiesta patriótica del 20 de julio, el de lograr que el partido de los Verdes, cuyo candidato fue su principal rival en las elecciones presidenciales de hace un año, entre a apoyar su multipartidista coalición de Gobierno de "Unidad Nacional". Con lo cual ya forman parte de esta el 95% de los partidos representados en el Parlamento. Sólo queda por fuera la extrema izquierda del Polo Democrático, que, por su parte, está dividida en al menos tres facciones enemigas entre sí. Y no se descarta que una o tal vez dos de ellas se acojan también al ancho paraguas del "santismo" triunfal.
Eso, en cuanto a las fuerzas políticas. Las económicas, tanto locales como multinacionales, las tiene Santos todas consigo desde el principio: es un neoliberal en toda la línea. En cuanto a las sociales reflejadas en los sondeos de opinión, registra un 76% de aprobación entre los encuestados y un asombroso 83% de "favorabilidad". Al cabo de un año de Gobierno, casi la totalidad de la prensa lo aplaude. Jamás se había visto en Colombia una unanimidad semejante en favor de un gobernante (y ni siquiera en contra).

Y no sólo en Colombia. Santos ha hecho además el milagro de reconciliarse con sus vecinos de Venezuela y el Ecuador, Hugo Chávez y Rafael Correa, con quienes estuvo en abierta enemistad mientras fue ministro de Defensa del anterior Gobierno colombiano. Y el de volverse amigo a la vez del izquierdista peruano Ollanta Humala y del derechista panameño Ricardo Martinelli. Todo eso sin perder ni por un instante la benevolencia del presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
El único que odia a Santos es su inmediato predecesor en la presidencia de Colombia, Álvaro Uribe, que lo considera un desvergonzado traidor a sus propios ocho años de Gobierno.
Pero el verdadero milagro consiste justamente en que todo lo anterior lo ha conseguido Santos sin haber cambiado un ápice las políticas militares, sociales, económicas y diplomáticas de Uribe. Sólo ha cambiado el tono de las palabras.

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