A ojo

'Made in China'

Al cabo de 26 años de demoras burocráticas, y tras una última postergación de un mes provocada por el paso del huracán Irene, va a ser por fin inaugurado en Washington el monumento a la memoria de Martin Luther King, el asesinado luchador por los derechos de los negros en Estados Unidos. Se alza en el National Mall, con los de Thomas
Jefferson, Abraham Lincoln y Franklin Roosevelt: no está en mala compañía. Pero en efigie sigue levantando tantas polémicas como cuando estaba vivo. Y entre ellas, aunque por razones curiosamente indirectas, la de la raza.
Pues las otras son obvias. Que haya disputas burocráticas en torno a una obra confiada a tres agencias federales distintas es inevitable. Que las haya económicas sobre un monumento erigido por suscripción popular que cuesta 125 millones de dólares, también. Que se discuta sobre si están bien o mal escogidas –y bien o mal transcritas– las frases del mártir grabadas en la piedra, es normal. Pero la polémica racial es inesperada, porque no viene de que el Martin Luther King de la estatua sea negro, como lo era en vida, sino de que no lo es. Y no lo es por lo que llaman un curioso concurso de circunstancias.

Resulta, en efecto, que la suscripción popular para costear el proyecto no dio abasto, pese a reunir contribuciones importantes de empresas o de fundaciónes como la de Bill Gates o la de las industrias Walt Disney. Y entonces, inesperada y generosamente, el Gobierno de la República Popular China puso los 25 millones de dólares que quedaban faltando. Con lo cual puso además al escultor autor del monumento, el maestro Lei Yixin. El cual esculpió la estatua en mármol blanco chino, excavado en su país por obreros chinos que viajaron con las piezas desde la China para ensamblarlas en Washington y a quienes, en razón de las leyes sobre inmigración ilegal, no se les pagó su trabajo sino cuando volvieron a su país de origen.
Y eso no es todo: el maestro Lei, formado en la escuela del arte de propaganda política realista-socialista chino, retrató a un Luther King idéntico a los muchos Mao Zedongs que había esculpido en sus años de aprendizaje: majestuoso y heroico, con los brazos cruzados sobre el pecho y perdida en el futuro radiante la mirada de sus ojos...
Ah, sí, los ojos: en su estatua de Washington, Martin Luther King tiene los ojos rasgados. Como los de un chino.

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