Apuntes peripatéticos

Muamar en la Moncloa

Tras contemplar el paisaje de Cuelgamuros y asombrarse ante la epifanía de la gigantesca cruz que allí señala la ubicación de sendas tumbas de Franco y José Antonio Primo de Rivera, el viajero del Norte que llega para constatar lo mucho que se ha avanzado en España desde la muerte del dictador en 1975 arriba a las afueras de la capital, en la Moncloa, y se encuentra con un ingente arco de triunfo. Arco con una cuadriga en su parte superior y unas inscripciones en latín que le resultan indescifrables. Abre su guía y se entera de que el monumento celebra la entrada en Madrid, en 1939 –ya liquidados los últimos esfuerzos de los rojos– de las tropas lideradas por quien iba a ser tirano del país durante 40 largos años. Unos días después ya está al tanto también de lo que dicen las inscripciones latinas: que el arco ha sido dedicado a las fuerzas nacionales victoriosas por el "templo de los estudios matritenses" (la Universidad), ubicado en estos contornos, y que, restaurado por el vencedor de la guerra, "floreció bajo la mirada de Dios".

Gadafi ha anunciado que quiere entrar en Bengasi siguiendo el precedente madrileño de Franco. Se supone que habrá visto alguna imagen de la inauguración del arco, del más puro estilo fascista. Es deprimente que tan ofensivo bodrio siga todavía a las puertas de la capital de España, más de 35 años después de muerto el Duce gallego. Pero, ¿qué se puede esperar ya, cuando pronto van a sentar en el banquillo a quien más ha luchado en el mundo contra los crímenes de lesa humanidad?

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