Balagán

Liberales y salafistas

Con los resultados en la mano parece claro que los islamistas han ganado holgadamente la primera fase electoral en Egipto. Los Hermanos Musulmanes han obtenido el 40 por ciento de los sufragios mientras que los salafistas se quedan con el 25 por ciento. El tercer partido, los liberales, se deberá contentar con solo el 15 por ciento.

Los resultados han causado alguna sorpresa, especialmente por los porcentajes de los salafistas y los liberales. Mucha gente, especialmente en Occidente, pensaba que los liberales tenían unos fundamentos más sólidos, pero a la vista de los resultados no es así. Es cierto que los liberales fueron los actores principales de la Revolución del 25 de enero contra Mubarak. Sin duda, el peso de la rebelión lo llevaron ellos, y eso se interpretó, erróneamente, como que tenían un gran respaldo popular.

A través de los medios de comunicación, los occidentales habíamos engullido desde enero perfiles de los jóvenes revolucionarios liberales y de sus viejas glorias, ElBaradei y Amr Musa, y habíamos interpretado que las masas egipcias estaban con ellos. Las urnas muestran con claridad lo contrario.

El futuro de Egipto es más oscuro e incierto que el reinado de Witiza, como decían los antiguos textos escolares. De momento, el Ejército, que es quien realmente manda, ha advertido que solo cederá una parte del poder al parlamento. La nueva Constitución se redactará a la sombra de los militares, y no a la sombra del parlamento islamista y democrático. Solo esto ya es una garantía de que se esperan años difíciles en Egipto. Aunque si fuera al revés, y la Constitución se escribiera a la sombra del parlamento islamista, se abriría otra época no menos oscura e incierta.

La democracia no es solo acudir libremente a las urnas, sino un proceso más complejo que precisamente empieza cuando se tienen los resultados, y se respeta al oponente. En caso contrario no hay democracia.

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