Monstruos Perfectos

Embarazos deseados

Todo empezó cuando Demi Moore se atrevió a desnudarse embarazadísima en aquella portada histórica del Vanity Fair que inauguró el género. Después vinieron las demás.

Christina Aguilera no se conformó con seguir la estela Moore en sugerentes poses sin ropa en avanzado estado de preñez para la revista Marie Claire. Ella quiso ir más allá –tal y como hiciera años atrás con la graduación de su tinte– e imponer el canalillo salvaje post–parto en su primera aparición como neomamá. A continuación, vendrían Jennifer López, Nicole Ritchie, Salma Hayek o Halle Berry a exhibirse despampanantes y escotadas en sus reentrés. No sé si para demostrar que lo cortés no quita lo caliente, o para destruir el mito que asociaba maternidad con el fin del sex appeal.

Quizás sus imágenes compartieran intención con las de la ministra de Defensa, Carme Chacón, embarazada de ocho meses y de viaje por el mundo de visita a las tropas. Una sana intención desmitificadora del estado de gravidez, de un proceso que para mí, como para tantos, sigue siendo un misterio. Puede ser. Aunque no lo tengo claro.

A veces se me ocurre que todo forma parte de un perverso plan de fomento de la natalidad occidental, de una orquestada estrategia de reivindicación del instinto maternal como elemento amansador. De un afán por regresar a la vieja idea de madre nutricia y mujer reproductora. No lo sé.

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