Cartas de los lectores

18 de febrero

Legislar el empleo en el hogar
Los cinco millones y medio de parados suponen un importante descenso de impuestos destinados a la Seguridad Social. Una de las leyes que se pretende aprobar para remediar esta situación es aumentar los impuestos sobre las personas que den trabajo a un empleado de hogar, equiparando así lo que estas personas ya pagan a la Seguridad Social a lo que paga cualquier empresa por un trabajador en nómina. Sería bueno que los legisladores analizaran quiénes son los que se pueden permitirse ese lujo. No hace falta ser un experto en cuestiones sociales para darse cuenta de que, a menudo, es la necesidad física de la vejez la que hace necesaria la ayuda de otra persona para poder moverse y seguir viviendo, lo que obliga a sacrificar otras necesidades de sus modestos ingresos. Creo conveniente que nuestros gobernantes, antes de exprimir a esta población, deben encontrar otras salidas menos vergonzosas.
Julia Tatay
Barcelona

Democracias al nivel del ‘bono basura’
Hasta hace muy poco, los golpes de Estado eran monopolio de los militares en todo el mundo. Hoy día, les han arrebatado la exclusiva los mercados, esos intocables entes que son manejados por indolentes especuladores a su conveniencia. Esta novedosa forma de usurpar el poder civil –sin que parezca tal cosa– nos ha cogido a casi todos por sorpresa, de modo que el poder económico ya se ha encaramado, casi sin oposición, en lo más alto de los puentes de mando políticos en Italia y Grecia; con escaso eco mediático de su trascendente abordaje y afirmando públicamente que, dada la situación –a la que tanto contribuyeron–, no existe alternativa mejor. Es sabido que, por ser incompatibles, cuando los mercados entran por la puerta, a las democracias se les hace saltar por la ventana y que, tras ese forzado desalojo, su verdadero valor queda reducido al nivel de los bonos basura. Lástima que a las celosas agencias de rating no les interese lo más mínimo evaluarlas, y mucho menos aún alertar a la ciudadanía de sus inevitables consecuencias sociales.
Luis García Oliveira
Gijón

Sinvergüenzas de cuello blanco
Leo, escucho y procuro entender hacia dónde quieren que vayamos. El Gobierno español va detrás de las decisiones de la canciller Angela Merkel, pero ¿qué pasará cuando la mandataria alemana deje de estar al frente? ¿Quién será el o la afortunada que merecerá la confianza de Mariano Rajoy? España tiene que afrontar la crisis sin provocar otra crisis interna, la de la credibilidad y la autoestima. Me molesta como ciudadana que me zarandeen o que me sacudan al aire como una alfombra vieja. Este Gobierno es reo de sus propios

improperios cuando era oposición. No hizo, no hace y no hará nada por introducir la equidad social, quiere que nos convirtamos en depredadores de nosotros mismos. Es el Gobierno que fomenta la flexibilidad moral y ética. Tendremos nuevos pícaros y sinvergüenzas de cuello blanco.
María Eugenia Bolaños
Madrid

Desigualdad y miseria
La reforma laboral nos impulsa con energía hacia los primeros puestos de Europa en desigualdad y miseria. Las empresas ya no se preocuparán con el engorro de la deslocalización, los esclavos llamarán a sus puertas. Nos estamos convirtiendo en un país con una élite muy privilegiada, una clase media reconvertida en mano de obra barata y una legión de excluidos sociales que malviven en la pobreza. Dicen que es culpa de la crisis y que no hay trabajo. Sin embargo, en España, miles de trabajadores realizan jornadas de 12 y 14 horas para llegar a fin de mes, mientras los abuelos cuidan a los nietos y los denostados inmigrantes se ocupan noche y día de los ancianos enfermos y de personas dependientes. Y son necesarios más profesores, celadores, médicos, ingenieros, enfermeros, trabajadores sociales, bomberos, científicos... para tener unos servicios públicos de calidad. Necesitamos a todos esos jóvenes sobradamente preparados que ahora tienen que emigrar. No falta trabajo, sobra explotación. Dignificando el trabajo se animaría la economía, porque familias endeudadas con hipotecas abusivas y sueldos miserables difícilmente pueden consumir. Cuando interesa, nos venden como inversión aeropuertos sin aviones, visitas del papa, circuitos de carreras o proyectos de olimpiadas y nos hablan de gasto y derroche en temas de educación, ciencia o sanidad. No habrá dinero, pero se acaba de aprobar una nueva ayuda a la banca, esta vez de 52.000 millones. Y, en esta legislatura, al Estado, entre lo que le regala y no le cobra, la Iglesia católica le costará más de 40.000 millones, y el fraude fiscal superará (agárrense fuerte) los 300.000 millones. El problema, más que de dinero, me parece de escasez de vergüenza y de falta de justicia.
José Abad Nicolás
Zaragoza

Las mudanzas de los diplomáticos
En unos meses, el Ministerio de Exteriores cambiará de destino a más de 200 diplomáticos con un coste –sólo en mudanzas y valorado a la baja– de al menos cuatro millones de euros. A esto hay que añadir otro tipo de gastos, como por ejemplo las estancias prolongadas en hoteles de los diplomáticos y sus familiares, los billetes de avión, etc.  En un momento en que se baja el sueldo a miles de trabajadores y se reducen sus derechos duramente conseguidos, ¿no podrían nuestros diplomáticos permanecer un año más en su destino actual para ahorrar ese gasto a las exiguas arcas del Estado?
Elena Rodríguez

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