Cartas de los lectores

23 de enero

Patio Maravillas
Resulta de locos la decisión tomada por los jueces de de-
salojar el Centro Social Ocupado "Patio Maravillas" en vísperas de la celebración en dicho espacio del Foro Social Mundial.
Y es de locos porque ya hay mucha gente harta de esta persecución jurídico-policial al movimiento okupa, que, en cuanto se mete en un edificio abandonado de la mano de Dios (y de sus dueños, movidos por intereses especulativos que sí merecerían ser perseguidos por la judicatura, y más en estos tiempos de corrupción urbanística y distorsión de precios de la vivienda), lo restaura en lo que puede y empieza a trabajar en actividades culturales, artísticas y comunitarias, llegan los dueños, que sólo se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena y la tirada del Monopoly les favorece y ordenan el desalojo de "esos mamarrachos alcohólicos, drogadictos y perversos comunistas".
Y es de locos y sañudos porque ya van dos órdenes de desalojo en dos meses, el del Palacio Malaya en diciembre y el del Patio Maravillas.
Pero, por mucho que se empeñen, no conseguirán acallar la voz de decenas de colectivos que seguirán, firmes en su empeño, buscando un hueco (y nunca mejor dicho) por entre la tela del frac de Mr. Monopoly.
Eladio Fernández Rosa / Madrid

Obama emociona
Es indudable que los orígenes de las emociones que transmite Barack Obama son varios: la de que un negro haya llegado a la presidencia de Estados Unidos; que se oiga a gente mayor, que padeció el racismo más humillante, decir que era inimaginable que este hecho lo haya podido ver en vida; que sea el sustituto del presidente más inepto, cobarde y belicista que se recuerda y que, por tanto, peor no lo vaya a hacer; que la situación económica mundial sea tan preocupante, consecuencia de los malos y viejos hábitos; y que su teórico modo de ver las cosas le dé al futuro un cierto alivio y esperanza.
Por supuesto que todas estas emociones, estéticas y modas, por si solas no son nada, y hay que plasmarlas en prácticas constructivas, pero algo es algo.
Pero claro, a los nonistas, que son los que a todo dicen que no, les va bien aquel dicho de "cuanto peor, mejor", y para los que dicen que "todos son iguales", este hecho histórico no significa nada. Sin embargo, para otras personas tiene su valía, ya que piensan que no todos los políticos son iguales aunque en muchas ocasiones sean, simplemente, muy parecidos.

Estos pequeños matices de similitud son los que hacen que las cosas cambien y avancen, pero, bien es cierto que, casi siempre, de manera más lenta e insuficiente de lo que sería deseable y necesario.
Manu Ballesteros /Bilbao

No es como Zapatero
Quienes declaramos sin miramientos nuestra admiración por Estados Unidos y hacemos nuestros los principios y fundamentos que les han convertido en la democracia más poderosa –que no es que seamos muchos– asistimos con una fascinación no exenta de estupefacción al entusiasmo generalizado, rayano en el infantilismo, que ha provocado la llegada a la Casa Blanca del nuevo presidente Barack Obama; sobre todo por parte de quienes, al menos hasta ahora, encontraban en el irracional antiamericanismo una de sus señas de identidad.
Si toda esta ceremonia del papanatismo, tan propia de una progresía presta a seguir incondicionalmente las consignas de rigor, sirve para que algunos por fin descubran la grandeza de la democracia estadounidense, bienvenida sea. Pero me temo que muchos no van a tardar en sentirse decepcionados ante determinadas decisiones que tome el nuevo mesías.
Desde luego, Obama se sitúa ideológicamente mucho más cerca del New Deal de Franklin D. Roosevelt que de la llamada revolución liberal-conservadora de Ronald Reagan, pero dista mucho de ser lo que se nos ha vendido, es decir, una especie de José Luis Rodríguez Zapatero a la americana. Quizá tengamos la oportunidad de comprobarlo muy pronto.
Pedro Moya/Murcia

Animales maltratados
La mayoría de los cuarentones de hoy día nos hemos criado viendo malos tratos a los animales domésticos. Algunos campesinos utilizaban una larga vara con un pincho para "acariciar" a las vacas cuando no atendían, raudas y veloces, sus órdenes. Cuando los perros no cumplían con sus obligaciones (cuidar del ganado y guardar las propiedades de sus dueños), los dejaban varios días sin comer, encerrados en pequeños habitáculos, y después de haberles propinado una buena paliza. Otros aparecían muertos en los pequeños pozos de regadío de las fincas.
En muchos hogares parece que se ha detenido el tiempo, y aún hoy hay gente que mantiene este tipo de tradiciones, en las que un animal era el esclavo y el dueño podía hacer con él lo que le viniese en gana sin más responsabilidad que la de su propia conciencia.
Lo triste de todo es que estos no son casos aislados, y aún hoy hay personas que actúan de la misma manera con sus perros y demás animales de compañía para luego abandonarlos a su suerte. Lo que ocurre es que no tienen la desgracia de tener a un vecino, avispado e indignado, que grabe esos malos tratos.
José Manuel Pena/ Riveira (A Coruña)

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