Cartas de los lectores

28 de enero

Plan Bolonia
En los últimos diez años, el equipo interuniversitario que coordinamos ha desarrollado una metodología de evaluación continua y clases participativas, tal y como Bolonia pretende. Por este motivo, manifestamos nuestro asombro y malestar ante el maniqueísmo del reportaje "Bolonia supera su primer examen", [Público, 17 de enero], que presenta un cúmulo de simplezas y comentarios de-
safortunados de autoridades académicas. ¿Exageramos?:maniqueísmo, porque Público se alinea con la posición de otros diarios de superior tirada al presentar sólo una única visión sobre este tema.
Acerca de las afirmaciones realizadas por las autoridades académicas, basta mencionar el titular de la crónica sobre la Universidad Pompeu Fabra (UPF): "El final de los tediosos apuntes". Hace decenios que prácticamente todas las asignaturas disponen de textos propios o de otras universidades en librerías universitarias. Pero llega Bolonia y, cual mago con chistera, ha perfeccionado las clases que eran mediocres y aburridas.
Asimismo, en la entrevista a la vicerrectora de la Universidad Carlos III, Isabel Gutiérrez,
nos disgusta la respuesta a la pregunta: "¿A qué atribuye las movilizaciones estudiantiles contra el plan?". "En España,
la gente está acostumbrada a no ir a clase y por eso protestan". Sin comentarios. En nuestra opinión, la vicerrectora llega a decir que algún profesor ha manipulado a los alumnos. Además, desprecia su nivel crítico y no dice que el Ministerio de Educación contrata a un especialista en elecciones –como en México, donde resultó ganador Felipe Calderón– para contrainformar sobre Bolonia y ayudar a periódicos y equipos universitarios a divulgar la buena nueva y acallar así todo pensamiento crítico.
Nos oponemos a Bolonia porque la reforma es mucho más de lo que parece. Un modelo de aprendizaje basado en la actividad continua del estudiantado exige una atención muy superior en instalaciones y profesorado a la existente, y esto no se cuantifica.
Además, no es ético sustituir cursos por másters que suponen costes disparados y se guían más por el currículo que por el contenido.
Y qué decir del tema de la calidad, la Universidad con criterios de empresa o la reiteración de que la Universidad está al servicio de la empresa. Estas propuestas arrasan con todo, pero se silencia sistemáticamente el hecho de que el fin último de esta institución es el conocimiento y su análisis para crear nuevas ideas. De esta forma sirve a nuestra sociedad, a todos los ciudadanos, y no a la empresa, en indeterminado, porque sólo las empresas más fuertes pueden instrumentalizar –ya lo hacen– algo de todos, la Universidad, en beneficio de unos pocos, lo que traslada las ideas neoliberales de la economía a la educación.
Carmen Velasco y José Antonio Turégano

La confusión de los obispos
La Conferencia Episcopal española ha hecho público un comunicado en el que reclama a las autoridades la protección del ejercicio pleno del derecho a la libertad religiosa, ofendida, en su opinión, por el mensaje publicitario de algunos autobuses municipales: "Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida".
Creo que los obispos españo-
les se confunden. El artículo 16.1 de la Constitución dice que "se garantizará la libertad ideológica, religiosa y de culto (...) sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público (...)".
El mensaje expuesto en los autobuses se encuadra dentro de la libertad ideológica –no religiosa– y su manifestación es pacífica. Además, en el artículo 20 de la Constitución se reconoce y protege el derecho a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones sin más limitación que el respeto a los derechos humanos reconocidos en el Título I del texto fundamental español. Los obispos interpretan que la controvertida publicidad se dirige a todos los cristianos y se ofenden por la insinuación de preocupación vital que conlleva la fe, pero vuelven a confundirse. ¿No se han parado a pensar que el mensaje puede ir destinado sólo a aquellos cristianos para los que la fe y, sobre todo, la doctrina oficial católica es un auténtico lastre?
Xavier Muñoz/Madrid

Si yo fuera niño
Cualquier niño que tenga un mínimo de curiosidad por lo que está sucediendo en el mundo de los mayores llegará a la conclusión de que conceptos como esfuerzo, honestidad, responsabilidad y justicia no pasan por su mejor momento. Esta crisis está demostrando que los que delinquen, los que torturaban en la cárcel norteamericana de Guantánamo, los que arruinan empresas o bancos y generan tanta pobreza ajena como riqueza personal disfrutan de repugnante impunidad.
Los gobiernos están tapando huecos a golpe de talonario con el dinero de todos, para evitar el colapso de un sistema que perdona los "fallos de gestión" de directivos que, en tiempos de prosperidad, no supieron prepararse para las vacas flacas que venían.
Flaco es el favor que nos estamos haciendo si los adultos del futuro –que nos tienen como referencia– reciben una educación que les intenta inculcar unos principios y valores que, al mirar el mundo que les rodea, les hagan pensar: hay algo que no es como me cuentan.
Ignacio Caballero/ Madrid

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