Cartas de los lectores

05 de febrero

El PP pierde la vergüenza
El PP acepta hablar del espionaje, pero no de la corrupción. Se apuntan al mal menor. De esta manera, queda demostrada, una vez más, la veracidad del proverbio "no hay mal que por bien no venga". En este caso, el mal es hablar de espías para no entrar al trapo sucio de la corrupción. Así que el espionaje es el chocolate del loro y la ciudadanía, el loro del chocolate. Nos ha quedado claro que para los dirigentes del Partido Popular, el objeto del deseo que mueve a la lucha política al encarnizado tirarse a la yugular del adversario es el fabuloso mercado persa donde se venden favores, prebendas y puestazos, y que se llama Madrid.
Ese bazar de las recalificaciones y del trasiego de bolsas. Bolsas repletas de dinero, enterrado en chalets de lujo, ingresado en cuentas de paraísos fiscales o embutido en el bolsillo de un baranda presto a sufragar en metálico un viaje a Suráfrica. Fiscales anticorrupción que, a juzgar por su mutismo, con ellos no va la cosa. Como ocurre con la señora Aguirre, que tampoco va con ella la trama de espionaje y corrupción tejida por sus más cercanos colaboradores, y que, cual tela de araña, nos tiene atrapados a los madrileños, invisibles en un estado de mortal acinesia.
En la euforia de verse a salvo de más graves imputaciones, los dirigentes populares se ofrecen a hablar de los espías con transparencia, luz y taquígrafos; y, si es menester, polígrafos. Saben los señores del palacio de la DGS que el asunto del espionaje se volatilizará sin dejar mácula en sus curriculares méritos.
Mario López Sellés /Madrid
El ‘Madridgate’ del PP
Hace más de 35 años, tuvo lugar el Watergate, el más famoso caso de corrupción política de todos los tiempos, que provocó la dimisión de Richard Nixon como presidente de Estados Unidos. Pues ahora, en la Comunidad de Madrid, se vive otro caso Watergate, que yo llamaría Madridgate. Resulta curioso cómo miembros del mismo partido se culpan unos a otros del espionaje: unos se consideran perseguidos políticos y otros ven fantasmas. Sea por lo que sea, esto demuestra que el paraíso que se nos vendía en la CAM no es tal.
No creo que esto sea para tomarlo a broma, porque en el fondo hay una lucha evidente por el poder, que empezó con el control de Cajamadrid por parte del Gobierno madrileño de Esperanza Aguirre. Ahí empezó todo; luego, han empezado a salir dossiers, acusaciones, etc. Sea cual sea el desenlace de esta seudopelícula de espionaje, no parece que los protagonistas sean ejemplares o tanto como parecían. Simplemente, parece que la crisis hace estragos no sólo en la economía mundial, sino en el pretendido mundo idílico de otros. Y este es el de la CAM de Esperanza Aguirre, que nos vendían como de buen rollo a tope.
Julián Juan Lacasa/Madrid

El corazón de la tierra
Riotinto y sus casas victorianas son testigos mudos de la primera revolución medioam-
biental de nuestro país, entre caminos verdes y matas de romero e hinojo en flor.

En esta tierra, se mantuvo un poder colonial durante 81 años. No hay tumbas que recuerden a los más de cien mineros (y mujeres, niños y ancianos) que murieron bajo el fuego graneado de los soldados del Regimiento de Pavía el sábado 4 de febrero de 1888. Entonces, fueron asesinados cuando reclamaban mejoras salariales y el fin de los humos tóxicos que envenenaban el aire. En su novela El corazón de la Tierra, Juan Cobos nos hace un relato muy desgarrador.
Se sabe que fue un anarquista, Maximiliano Tornet, el elemento catalizador de aquella protesta. En una España decimonónica, bajo la regencia de María Cristina, unos valientes forjaron con su lucha y sacrificio una de las paginas más emotivas de la lucha obrera.
Riotinto sufrió el colonialismo inglés, que trató a la gente como esclavos en su tierra, pero nos dieron una lección que jamás podremos olvidar. Su lucha no fue en vano y con su sangre vencieron al entonces capitalismo dominante.
Pedro José Narváez /Cádiz

Predicar y no dar trigo
Nunca lo olvidaré: el cardenal Suquía, en plena Conferencia Episcopal, denunciaba a la prensa la falta de sensibilidad social en España. Mientras, a la puerta de su sede, como para darle cruelmente la razón, se manifestaban antiguos sacerdotes y monjas pidiendo que no se quedaran sin nada para su jubilación.
Ahora vemos en el mismo lugar al cardenal Bertone, que ha tenido el valor de venir a predicarnos sobre "los derechos humanos en el magisterio de Benedicto XVI"; nada me extrañaría que hoy también hubiera una manifestación de mujeres, gays, etcétera reclamando que el Vaticano firmara y cumpliera los derechos que les reconocen las Naciones Unidas, pero que el Vaticano les niega.
José Llano Díaz / Madrid

Los Goya, una vez más...
Otra gala de entrega de los premios Goya y otra vez con los discursitos: "Que me hace mucha ilusión", "que este premio es de todo el equipo", "que para ti mamá y para ti papa", "que lo comparto con todos los nominados...". Pero ni un triste cabello de la hermosa cabeza de la estatuilla del pintor para los figurantes, que trabajan por 21, 24 ó 30 euros en jornadas de diez, doce horas o más.
A los figurantes, en ocasiones, se les considera menos que personas ilustrándolo con una frase de una ayudante pronunciada hace pocos días: "A ver, que suban al autocar todas las personas y la figuración también".
Espero que en la gala de los Goya de 2010 alguien recuerde a las sombras que pasan por el fondo de las escenas, porque también tienen su mérito.
M. I. G. Granja / Madrid

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