Cartas de los lectores

31 de enero

¿Puedo jubilarme ya o no?
Tengo 39 años, pero si analizo las palabras del dirigente del Banco de España o del jefe de la patronal es posible que nunca llegue a jubilarme. Utilizando la lógica y las estadísticas, cada año que pase los ancianos vivirán más y habrá menos jóvenes; por tanto, hoy retrasan dos años la jubilación –eso sí: muy suavemente y con nocturnidad–, pero el plan trazado y publicitado por esas eminencias es que lleguemos a 70 años para jubilarnos. O sea, que en unos 26 años que me quedan –perdón: 28 con los dos extra que ya han aprobado– quizás la edad sea 71, 72... ¿sigo? Así que es posible que muera trabajando, como morían los esclavos en Roma, los negros en EEUU o, a este paso, la clase media en la España del siglo XXI.
Lamentablemente no soy trabajador prejubilado, el gran chollo de los años 90; ni tampoco soy un ejecutivo de banca que se jubila con 3 millones de euros. Por ello, antes de pasar del trabajo al crematorio, pienso en cómo jubilarme ya, aunque me queden 300 euros, y vivir lo que me queda sentado en el parque observando cómo empiezan a arder las calles.
Emilio Iglesias Delgado / Sevilla

Cuando no se sabe, hay que reconocerlo y ceder el paso a otro
Me alegré mucho al conocer el propósito del presidente del Gobierno de aprobar medidas de austeridad.
Inmediatamente me acordé de los coches oficiales, las subvenciones especiales por gestiones innecesarias y desplazamientos exóticos inútiles. También pensé en el número de comidas de trabajo, reuniones estériles y corros prescindibles.
Se me ocurrió incluso que podrían descontar a los señores diputados los días que no asisten a las sesiones del Congreso, como cualquiera si un día no va a trabajar. Hay que fichar, dice una hija mía.
Por eso la desilusión ha sido mayúscula. Como siempre, se le quita al que no tiene, porque al que tiene nadie se atreve. Retrasar la edad de jubilación. Claro. Sin niños, no habrá quién cotice.
Cuando no se sabe, hay que reconocerlo y ceder el paso a otro.
Ramona Romeu Virgili / Barcelona

Yebra, Ascó, Villar de Cañas y sus alcaldes ‘conseguidores’
Resulta evidente que la corrupción de algunos alcaldes y concejales puede revestir las formas más diversas y repudiables: recalificaciones urbanísticas interesadas, obras públicas a porcentaje, inversiones fraudulentas, contratos espurios de servicios externos... revestidas, además, como buenas intenciones. Pero no es menos cierto que, en la mayoría de pueblos y ciudades de España, las corporaciones locales están funcionando correctamente como estructuras de participación y articulación de la convivencia diaria.
No podemos renunciar a los últimos 30 años de nuestra reciente historia democrática simplemente porque algunos indeseables han pervertido la confianza que depositaron en ellos sus convecinos. Necesitamos que los ayuntamientos sigan organizando los servicios públicos básicos e imprescindibles, ofreciendo oportunidades para el desarrollo individual y social de todos los que compartimos ese espacio tan cotidiano y próximo como son las calles y plazas que dan forma a nuestro lugar de convivencia.
Los ciudadanos entendemos que, aunque los ayuntamientos multiplicaran sus esfuerzos organizativos y dispusieran de recursos económicos ilimitados, tampoco entonces podrían dar respuesta inmediata y sostenida a las demandas de cada uno de nosotros; la corporación municipal debe fijar las prioridades, estar en condiciones de explicar lo que hace en cada momento por sus administrados y explicar también lo que podemos hacer los vecinos por nuestro municipio.
Sólo de este intercambio entre iguales surgen las ciudades imaginadas, las comunidades abiertas para el entendimiento y el progreso. Pero esto no tiene nada que ver con lo que han hecho en Yebra, Ascó y Villar de Cañas sus alcaldes conseguidores.
Luis Fernando Crespo Zorita / Alcalá de Henares (Madrid)

Sobre el llamado diálogo social: mis iguales, que levanten la mano
No es justo cambiar las reglas del juego con las cartas sobre la mesa; si quieren empezar otra partida toca repartir. Para que el llamado diálogo social fuese legítimo sería necesario que los representantes de los empresarios estén al corriente de las obligaciones legales para con sus trabajadores, y que la patronal no estuviera representada por alguien con una plantilla de cientos de personas en el limbo y una deuda adquirida gracias a una posición privilegiada.
Los representantes de los trabajadores deberían tener como única fuente de ingresos una nómina por cuenta ajena para que no fueran marionetas subvencionadas por el poder.

El Gobierno no debería dar un euro público a intereses privados. Lo que se descuenta a los trabajadores "por interés general" no debería ser utilizado para financiar aventuras fracasadas.
Si seguimos trabajando que sea por solidaridad con nuestros iguales parados y desfavorecidos, no por miedo a otros.
Alberto Vizcaíno López / Madrid

Una buena medida para mejorar la seguridad en las salas de cine

La seguridad es un tema crucial para el bienestar de una sociedad. Existen amenazas latentes que ponen en peligro la seguridad de los ciudadanos, sobre todo en aquellas circunstancias que implican una gran concentración de personas en un lugar y un momento determinados. Aunque no es posible conseguir la seguridad absoluta, se pueden plantear mejoras.
Una de ellas es la seguridad en los recintos destinados a espectáculos culturales o deportivos que, aunque dispongan de planes de emergencia, no transmiten al público más información que la de la propia señalización.
En el caso de las salas de cine, se puede sugerir que dichos locales den un paso más en sus medidas de seguridad y, previamente al inicio de la película, emitan un corto donde se escenifique la situación del público en el edificio, la vía de evacuación hacia la salida de emergencia y el punto de encuentro donde se recomienda que se agrupe la gente.
Arturo Azpíroz Astelarra, Jon Ander Crespo Ferrer, Vanesa García Alonso / Navarra

¿Es necesario recordar que las plantas son seres vivos?
Desde hace más de dos años las cuatro palmeras que hay plantadas en la plaza de la urbanización Plaza Mayor –que es de titularidad del Ayuntamiento de Ciempozuelos (Madrid)– no reciben los cuidados necesarios para garantizar su supervivencia con los rigores del invierno.
En este momento, y a pesar de que desde hace más de un año los vecinos venimos alertando de este serio problema, las palmeras sufren un considerable deterioro que nos hace temer por su supervivencia si se producen más heladas y no se toman medidas urgentes.
Se trata de cuatro palmeras canarias que no pueden soportar temperaturas inferiores a los 4 grados bajo cero si no se preparan adecuadamente para ello mediante la poda y el atado de las hojas en invierno.
Sin duda, son unas joyas de la botánica de la Comunidad de Madrid, autóctonas por ser nacidas de semilla y un símbolo emblemático de esta plaza, de la que disfruta todo el pueblo en fiestas y en otros actos públicos, por lo que sería una pena que se perdieran por falta de cuidados.
Hace unos días se entregaron casi 400 firmas en el Ayuntamiento solicitando el cumplimiento de lo establecido en la Ley 8/2005 de 26 de diciembre de protección y fomento del arbolado urbano de la Comunidad de Madrid. Sin embargo, a pesar de estas firmas, de las promesas de la alcaldesa para solucionar el problema y de la alerta de bajas temperaturas para estos días en la Comunidad de Madrid, el Ayuntamiento de Ciempozuelos todavía no ha hecho nada.
Fernando A. Acero / Ciempozuelos (Madrid)

A los seguidores del Real Zaragoza se nos acabó la paciencia
Cada jornada que pasa –y estamos ya al comienzo de la segunda vuelta– al conjunto zaragocista de fútbol se le presenta el panorama más negro. Tras la patada a su anterior entrenador y la multiliquidación en ciernes, la cosa no parece mejorar lo que sería deseable.
Sus seguidores, por más que se lo preguntan, no pueden comprender cómo el prestigio de su club puede tirarse por la borda. Rayan el ridículo las declaraciones tanto del actual entrenador como de los gerifaltes del equipo sobre que el juego va mejorando, sobre la buena actitud y el orgullo de los jugadores, los puntos que faltan hasta el final y, sobre todo, que los aficionados tengan más paciencia.
Demasiada paciencia han demostrado tener ya viendo a su añorado equipo allá abajo –anclado en el penúltimo lugar de la clasificación por méritos propios– y con dos descensos a segunda división en los últimos años.
Menos experimentos de gaseosa y, dejada atrás una primera vuelta catastrófica, lo que hace falta es un verdadero paso adelante para salvar la categoría, no se nos vaya a tomar a todos sus seguidores como a aquel chico al que se le contenta –entre otras cosas– con un simple chupete.
Miguel Sánchez / Zaragoza

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