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Pseudosimetría

VENTANA DE OTROS OJOS // MIGUEL DELIBES DE CASTRO

A principios de 1996 la cadena de televisión ABC de los Estados Unidos, en un noticiario matinal, ofreció un llamativo reportaje donde un amable septuagenario de cabellos blancos, llamado James Patterson, presentaba sus "esferas mágicas", unas bolitas de plástico recubiertas de níquel y paladio que –según afirmaba haber descubierto él mismo en su taller doméstico- una vez sumergidas en agua salada, y tras hacer pasar a su través una corriente eléctrica, ofrecían 200 veces la energía empleada. Se anunciaba por enésima vez el descubrimiento de "una fuente de energía inagotable". El programa de televisión era serio y la cadena respetable; además, para darle mayor credibilidad el editor había consultado a dos expertos que aparecieron en pantalla. Uno de ellos, presentado como profesor de la Universidad de Missouri, simplemente alegó: "La máquina funciona, aunque no sepamos por qué". El segundo, rotulado como "científico nuclear", afirmó con rotundidad: "Apuesto lo que quieran a que no rinde como dicen". Ninguno de ellos intervino más, pero el presentador concluyó que existían discrepancias entre los científicos y habría que estar muy atentos a las esferas de Patterson.

Lo que nadie explicó en el programa es que el profesor de Missouri era un desconocido en el mundo científico, mientras que el "científico nuclear", John Huizenga, pertenecía a la Academia de Ciencias de Estados Unidos y era autor de algunas de las obras de referencia sobre la fusión fría, a la que parecía hacer alusión el invento de Patterson. Probablemente Huizenga fuera la principal autoridad mundial a la que podía recurrirse para abordar el tema, pero sin duda para la mayoría de los telespectadores resultaba tan desconocido como el primer opinante, y por tanto sus puntos de vista no eran ni más ni menos respetables.

Cuenta esta historia otro físico, Robert L. Parker, en su libro Ciencia vudú, y la etiqueta como un caso de "pseudosimetría". Muchos investigadores pueden contar situaciones parecidas. Pese a haber dedicado años y años a investigar sobre un tema, a la hora de debatir ante la sociedad sus opiniones no contarán mucho más que las de cualquier "inventor" con una ocurrencia brillante. En aras del espectáculo, más que de la ciencia, postula Parker, se transmite a la gente la falsa impresión de que los científicos se encuentran divididos en cuestiones sobre las que existe consenso prácticamente unánime.

Claro que, por desgracia, los científicos también sabemos que la pseudosimetría no es un problema exclusivo de la comunicación de la ciencia. Ni mucho menos. Policías, abogados, jueces y fiscales pueden trabajar concienzuda y honradamente durante años para desentrañar un caso dramático, pero ello no evitará que en algunos medios se opongan sus opiniones, como si tuvieran igual valor, a las de cualquier soplón que aspira a salvarse de la quema o a ganar unos euros. ¿Verdad que les suena?

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