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Sólo por hoy, sé un girasol

CIENCIA DE PEGA // MIGUEL ÁNGEL SABADELL

Desde la década de 1980 hemos asistido a un aumento de un tipo de literatura que se ha dado en llamar "espiritualidad popular". Libros como los del brasileño Paulo Coelho nos venden un mundo donde el azar no existe, donde los encuentros fortuitos y los sucesos arbitrarios no son otra cosa que una expresión de un orden cósmico oculto; nos venden un mundo donde no hay motivo para la angustia existencial. Nuestro mundo, dicen, ha sido y es ordenado por un ser o una fuerza vital superior y omnipotente; y los mecanismos que lo hacen funcionar son accesibles a todos nosotros por pura intuición.

Más llamativos son los del emporio Jodoroswki, donde padre, madre e hijo se han autotitulado "psicomagos" y venden curaciones generacionales. El arduo camino de la razón es, cuando menos, un ancla en lugar de una vela. El escepticismo, la crítica, es el refugio de los no iluminados. Autores como Marlo Morgan o James Redfield nos dicen que la diferencia entre fantasía y realidad no existe, que el uso de la razón enturbia y empaña la verdad del alma, eso que uno sabe con el corazón. Ese universo bondadoso que todos ellos nos venden, donde sucede lo que uno quiere que suceda, no es más que un cutre antropocentrismo de opereta. Sus libros pueden pedir a la gente que suspenda y anquilose su espíritu crítico porque le dice justo lo que quiere oír. El esfuerzo intelectual se sustituye por sentarse en un sillón y dejar volar la imaginación. Nada más cómodo para una época donde reflexionar se ha convertido en una especie en peligro de extinción.

Eso sí, en este ataque a los métodos de la ciencia hay que salvar a unos cuantos científicos iluminados. Entre ellos se encuentra, ¡cómo no!, Einstein. Así, en el best seller de hace unos años de James Redfield Las nueve revelaciones se dice que gracias al genial físico sabemos que "la materia fundamental del universo es un tipo de energía pura maleable a la intención y a la expectativa humanas" y que: "Esta expectativa hace que nuestra energía fluya hacia el mundo y afecte a otros sistemas energéticos". ¡Por favor! Una cosa es que ellos digan sandeces y otra que se las atribuyan a Einstein.

Por suerte, el cosmos es como es y no como a nosotros nos gustaría que fuera. Y aún más, al Universo le importa un bledo que estemos o no estemos aquí, que sobrevivamos o nos extingamos. Así ha sido durante 15.000 millones de años y así será en el tiempo que le resta.

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