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Primer contacto

EL JUEGO DE LA CIENCIA // CARLO FRABETTI

* Escritor y matemático

Hace unos días, al repasar mentalmente las obras de Arthur C. Clarke con motivo de su nonagésimo cumpleaños, me llamó la atención la frecuencia con que el autor británico ha tocado el tema del primer contacto con una civilización extraterrestre, uno de los grandes tópicos de la fantasía especulativa, casi un subgénero con identidad propia dentro de ese proteico género fronterizo que es la ciencia ficción.

La aportación más conocida de Clarke a este fascinante tema es sin duda 2001: una odisea del espacio; pero la más personal y rica en sugerencias es Cita con Rama, una de las novelas más galardonadas de la historia de la ciencia ficción, de la que escribiría tres secuelas en colaboración con Gentry Lee. En Cita con Rama, Clarke se aproxima a la inquietante visión del primer contacto ofrecida por Stanislaw Lem en algunas de sus novelas más famosas, como Solaris o Fiasco, en las que unos seres extraterrestres radicalmente ajenos, irreductiblemente distintos, no muestran ningún interés en –o capacidad de– comunicarse con los humanos. Entre esos casos límite de alteridad y los extraterrestres idénticos a nosotros de La guerra de las galaxias y tantas otras sagas espaciales (lo que los anglosajones llaman space opera), la ciencia ficción, tanto literaria como cinematográfica y tebeística, ha explorado todas las posibilidades imaginables.

Pero ¿cómo afrontaríamos realmente ese primer contacto si mañana una nave alienígena se pusiera en órbita alrededor de la Tierra o se posara en algún lugar de nuestro planeta? El astrofísico Luis Ruiz de Gopegui (padre de la excelente escritora Belén Gopegui) intenta contestar esta pregunta con el máximo realismo en su novela 82 Erídano (Equipo Sirius, 2003), y otros muchos narradores y científicos han especulado con igual rigor sobre esta posibilidad (aunque algunos, como Asimov en su ciclo de las Fundaciones, ven más verosímil un universo poblado solo por la estirpe del hombre).

Sin embargo, lo más probable es que el primer contacto con una inteligencia no humana no tenga nada que ver con la visita a –o desde– otros mundos, pues los rápidos avances de la IA (Inteligencia Artificial) parecen indicar que pronto tendremos que enfrentarnos al sobrecogedor desafío de las máquinas pensantes. La victoria, hace unos años, del programa ajedrecístico Deep Blue sobre Kaspárov supuso para el orgullo humano un golpe del que muchos aún no se han repuesto. El próximo, inminente, sin duda será más duro. ¿Estamos preparados?

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