Ciudadano autosuficiente

Viviendo al mínimo

sillones

 

El consumismo me agota. Pensaréis que soy una antisistema, pero siento deciros que no. Soy una persona corriente, alguien de lo más normal que está despertando del sueño del tener por tener, y cuanto más mejor. Por eso he tomado una decisión: voy a aprender a vivir con menos.

No va a ser fácil, ya que implica cambiar costumbres arraigadas en mi y más aún en la sociedad, y algunos me mirarán escépticos, pero no voy a dejar de intentarlo (al menos).

Podemos empezar con pequeños gestos. Por ejemplo, ya no me gasto dinero en comprar "tapers", reutilizo tarros de cristal. Beneficio directo: dinero a mi bolsillo, menos residuos, y menor consumo de plástico (otro gran reto que me he impuesto). O comprar solo aquello que nos vayamos a comer, nada de comprar cantidades ingentes de comida que luego acaban en la basura. Como decía un famoso manitas televisivo, "fácil, sencillo y para toda la familia".

Otro frente se abre cuando me sitúo ante el armario. ¡Tanta ropa y nada que ponerme!. Quizá éste fue el principal motivo que me hizo tomar esta decisión, cuando hace más de un año trabajaba para una gran cadena de ropa donde se incentivaba el vender a toda costa y había clientes que iban cada día a comprar al menos una simple camiseta. Cuando me decía mi jefe lo de "tenemos que crear la necesidad", mi cabreo aumentaba.

Así que ahora me dedico a comprar menos, y cuando lo hago procuro que sea de mejor calidad con el fin de que sea más duradero. Son tantas las cosas que se me ocurre hacer con mi ropa: prenda que entra por prenda que sale, nada de acumular de manera exponencial; depositar la ropa en contenedores específicos para darle una segunda vida; o hacer mercadillos caseros con mis amigas, donde intercambiamos esas prendas que apreciamos pero de las que nos hemos cansado.

 

ciudadanoelena

¿Te pones todo lo que tienes en el armario?

 

Smartphone, tablet, e-book, portátil, ordenador de mesa... ¿sigo?. Hasta hace muy poco la gente me miraba sorprendida y exclamaba "¡una Blackberry!". Pues sí, si algo funciona porqué cambiarlo (a costa de estar desfasadísima, soy así de rara). Ser sinceros, la mitad de estos dispositivos suplen perfectamente las funciones de la otra mitad, pero mola mucho tenerlos todos. Me quedo con mi libro de papel, y mejor aún si sale de la biblioteca.

Pero si duda, la decisión que más impacta a los que me rodean es la de no tener coche. Me miran como si fuera marciana, me lo cuestionan e intentan rebatir, porque hoy en día no entra en la cabeza de nadie que no tengamos un coche en propiedad, la mayor comodidad impuesta por la sociedad. Quizá mi caso no es tan meritorio ya que vivo en una gran ciudad equipada con una excelente red de transporte público, pero si lo pensamos detenidamente, con un poco de esfuerzo la mayoría de nosotros podría prescindir de este "bien". Si sumamos todos los gastos implícitos de tener vehículo propio (compra, combustible, mantenimiento, seguro, impuestos, garaje...) no llega ni a aproximarse a lo que podríamos llegar a gastarnos en un año en abonos de transporte, taxi, tren, y algún que otro alquiler para escapadas en coche.

Estas son solo las medidas que he tomado yo por el momento, ahora entra el juego la imaginación de cada uno. Podemos recurrir a mercadillos de segunda mano o a la venta por internet tanto para comprar como para vender (y sacarnos un extra), al trueque, a dar un segundo uso a las cosas (por ejemplo, una bonita mesa de té hecha con cajones de fruta) ... Y es que consumir menos, no necesariamente significa que debamos privarnos de cosas, sino que se trata de cubrir nuestras necesidades sin necesidad de comprar. Economía circular en estado puro.

Elena Guerra

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