Con negritas

Campofrío se aleja de sus raíces

Se vista como se vista, la fusión de Campofrío con Smithfield Holdings, que alumbrará el mayor grupo de preparados cárnicos de Europa y uno de los cinco más grandes del mundo, es un paso más hacia la pérdida de la españolidad de la empresa históricamente controlada por la familia BALLVÉ.

Cuando la operación llegue a su término, allá por el mes de diciembre, el primer accionista de la sociedad resultante, con un 37% del capital social, será Smithfield Holding, filial europea del gigante estadounidense del sector porcino Smithfield Foods.

La participación de los hermanos Ballvé quedará reducida entonces al 12%, y el mayor de ellos, Pedro, tendrá que compartir los poderes ejecutivos que ha ejercido desde la muerte de su padre en 1985 con un hombre de Smithfield Holding, ROBERT A. SHARPE, que desempeñará las funciones de consejero delegado.

Los americanos están presentes en Campofrío desde que en 2004 compraron a sus compatriotas de Hormel Foods, en dos fases, el 23% que tenían. Ya entonces, Smithfield Holding sobrepasó a los Balvé, aunque es ahora, con la fusión en ciernes, cuando ese paquete cobra más importancia.

Previamente a Hormel Foods, formó parte del accionariado de Campofrío otra empresa de la misma nacionalidad, Beatrice Foods, que a finales de los setenta le abrió la puerta a la renovación tecnológica y cuyo paquete recuperaron los Ballvé tras la desaparición del patriarca, con la inestimable ayuda de ALFONSO ESCÁMEZ, presidente a la sazón del poderoso Banco Central.

La nueva Campofrío, que conservará el nombre y al menos de momento mantendrá su base de operaciones en España, obtendrá el 100% de sus ingresos del mercado europeo. Su presencia, además de aquí, será notable en Portugal, Francia, Holanda y Bélgica, y algo más modesta en Alemania, Rumanía, Rusia, Reino Unido e Italia.

Los Balvé, en su momento, intentaron hacerse un hueco al otro lado del Atlántico, pero en los últimos años deshicieron posiciones en Filipinas, la República Dominicana y Argentina, donde su actividad no dio los frutos apetecidos.

Los cálculos barajados en las negociaciones para la fusión cifran en unos 2.000 millones de euros la facturación anual de Campofrío a partir de ahora. La suma de las plantillas de las dos empresas supera los 11.500 trabajadores.  Pedro Ballvé continuará siendo el presidente, aunque muchas cosas ya nunca podrán ser igual que antes.

Desde el punto de vista estratégico, la fusión permitirá a Campofrío una diversificación geográfica mayor de la que ahora tiene. La mayoría de sus ventas están concentradas en España, donde el empeoramiento de la situación económica empuja a las familias a la compara de productos de marcas blancas, que son más baratas. Smithfield Holdings aporta una considerable penetración en otros países europeos, en algunos de los cuales disfruta incluso de un cómodo liderazgo.

Aunque desde Campofrío se sostiene que la fusión será entre iguales, lo cierto es que hay algunas diferencias de tamaño que explican, entre otras cosas, la preponderancia de los estadounidenses en la nueva sociedad. Smithfield Holdings factura del orden de 1.230 millones de euros anuales, frente a los 960 de la empresa española. De todas formas, hasta que se conozca la ecuación final de canje no será posible valorar si la operación es interesante para los socios minoritarios de Campofrío, que tiene un 10% en bolsa.

Para consumar este matrimonio todavía se han de cumplir algunas condiciones ajenas a sus dos protagonistas. Tanto las autoridades de la competencia de España como las de Bruselas deben darle su bendición. Además, la CNMV tiene que aceptar que Smithfield Holdings no lance una opa pese a superar el tope establecido a tal efecto, que es el 30% del capital.

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