Con negritas

Habitat: lo que mal empieza mal acaba

La bomba de relojería en que se había convertido Habitat le ha estallado en la cara a todos los que con tanto ahínco contribuyeron a cebarla. A su presidente, BRUNO FIGUERAS, que se embarcó en la compra de Ferrovial Inmobiliaria en el momento más inoportuno. A sus accionistas minoritarios, que no pretendían otra cosa que arramblar con unas ganancias supuestamente seguras. Y a sus bancos acreedores, que quisieron apurar hasta las heces los pingües beneficios del boom del ladrillo.

Figueras creyó a finales de 2006 que la disposición de los DEL PINO a vender su división inmobiliaria era una oportunidad que no podía desaprovechar. Cegado por una desmedida ambición, no alcanzó a comprender que debían de tener muy poderosas razones para desprenderse de un trozo de la joya de su corona. Habían previsto con suficiente antelación que la burbuja estaba a punto de pincharse, y todo apunta a que encontraron en él al incauto más propicio para encasquetarle el muerto.

Tampoco demostró una gran visión de futuro el puñado de apellidos ilustres al que Figueras invitó a participar del prometedor futuro que la compra de Ferrovial Inmobiliaria iba a depararle a Habitat. EMILIO CUATRECASAS, DOLORES ORTEGA, ISAK ANDIC, JOSÉ ANTONIO CASTRO y LEOPOLDO RODÉS entraron al trapo sin encomendarse ni a Dios ni al diablo. Confiaban en obtener por su inversión una rentabilidad sustanciosa, persuadidos por Figueras de que ganar dinero con aquella operación era pan comido.

La banca, en fin, no tuvo el menor reparo en soltar los casi 1.800 millones que hacían falta para que unos y otros se salieran con la suya, sin caer en la cuenta de que pronto el negocio inmobiliaria no sería el que era. Sus servicios de estudios no atisbaron el cambio de ciclo que se avecinaba o, si lo hicieron, fue inútil porque la advertencia obviamente cayó en saco roto. Tampoco los analistas de riesgo supieron o pudieron convencer a quienes conceden los créditos de que no es natural que al pez grande se lo coma el chico.

Ahora, todos (Figueras, sus socios y sus acreedores) están a expensas de lo que decida el juez encargado de tramitar el concurso de acreedores de Habitat, aunque seguro que alguna penitencia tendrán que cumplir por haber actuado con tan mala cabeza.

Anulación de la compra

Una de las posibilidades que tiene el juez es activar el artículo 71 de la ley concursal, que permite anular todos los actos que pudieran haber contribuido a la insolvencia de Habitat en los dos últimos años. Dentro de ese plazo se halla la compra de Ferrovial Inmobiliaria, acordada el 28 de diciembre de 2006 y que es la principal causa de la situación a la que se ha llegado.

Ferrovial va a resistirse

De todas formas, invalidar la operación no es fácil, sobre todo porque cuenta con el natural rechazo de los Del Pino, que ya se encargarán de movilizar a su favor todos los resortes jurídicos necesarios. Hay que tener en cuenta que Ferrovial, al desembarazarse de su división inmobiliaria, no sólo se quitó un más que previsible problema de encima, sino que obtuvo unas plusvalías cercanas a los 800 millones de euros, a las que no tiene el menor propósito de renunciar.

Una opción para los minoritarios

Los minoritarios, por su parte, intentarán salvar los muebles recuperando el dinero que puedan. La que más tiene que perder es Dolores Ortega, cuya inversión fue de 54 millones de euros, a cambio de los cuales es titular del 9% de Habitat, lo que la sitúa como tercera principal accionista, después de las familias Figueras y SUÑOL (55%) y de la propia Ferrovial (20%). Emilio Cuatrecasas, Isak Andik y José Antonio Castro pusieron 30 millones de euros (5%) cada uno y Leopoldo Rodés, 6 millones (1%).

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