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El sucesor y la debilidad de Amancio Ortega

Con el súbito anuncio de que el actual vicepresidente y consejero delegado, PABLO ISLA, le relevará al frente de Inditex en la próxima junta general de accionistas, prevista para el mes de julio, AMANCIO ORTEGA se ha adelantado al inevitable debate sobre su sucesión. Un debate que podía surgir a partir del próximo 28 de marzo, cuando cumpla 75 años el forjador del mayor grupo textil del mundo, con 5.000 tiendas repartidas por 77 países y que sólo en los nueve primeros meses de 2010 facturó 8.866 millones de euros; es decir, casi billón y medio de las antiguas pesetas.

La designación de Pablo Isla, un brillante ejecutivo fichado por Amancio Ortega hace cinco años, después de desempeñar puestos de responsabilidad en Altadis, Banco Popular y el Ministerio de Economía, ha cogido por sorpresa a quienes daban por hecho que la sucesora sería la hija menor del presidente de Inditex. MARTA ORTEGA PÉREZ lleva cierto tiempo fogueándose en empresas del grupo (ha sido dependienta de Bershka en Londres, ha conocido sobre el terreno el prometedor mercado asiático y ahora trabaja en las oficinas centrales de Arteixo); pero arrastra un pequeño defecto que se cura con el tiempo, pues apenas tiene 27 años.

Amancio Ortega cuenta con otros dos hijos, fruto de su primer matrimonio con ROSALÍA MERA, de la que se divorció en 1986 y que gracias a su 7% de Inditex es la segunda mujer más rica del planeta, sólo por detrás de la promotora inmobiliaria china WU YAJUBN; a pesar de lo cual se reclama abiertamente de izquierdas. Sin embargo, ninguno de sus hermanos mayores representa una amenaza cierta para las aspiraciones de Marta: SANDRA ORTEGA MERA es psicóloga de profesión y nunca ha demostrado especial interés por desentrañar los entresijos de la empresa y el único varón de los tres, MARCOS, padece una grave minusvalía psíquica desde su nacimiento.

Por si fuera poco, Amancio Ortega siente una indisimulable debilidad por su hija pequeña, con la que comparte el amor a los caballos y a la que, abjurando de su proverbial llaneza y de su desdén por la ostentación, no tuvo empacho en construirle un centro hípico espectacular en Larín, capaz de acoger incluso las más exigentes competiciones internacionales.

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