Con negritas

Un episodio muy poco edificante

Ha sido necesario que el perjudicado se incorpore en el lecho del dolor y levante la voz para que todo el mundo sepa que el relevo de JOSÉ MARÍA RAMÍREZ POMATTA en la presidencia de Mutua Madrileña el 22 de enero fue un auténtico golpe de Estado.

Casi al mismo tiempo en que Ramírez Pomatta era intervenido quirúrgicamente a vida o muerte en un hospital madrileño, el consejo de administración, decidió por unanimidad que el vicepresidente segundo, IGNACIO GARRALDA, lo sustituyera.

No provisionalmente, hasta que Ramírez Pomatta se recuperara de su enfermedad o decidiera retirarse, sino de forma definitiva y a todos los efectos, como si el anterior presidente estuviese ya amortizado y, por supuesto, sin contar con él.

Algo debía de barruntar Ramírez Pomatta sobre lo que se estaba cociendo a sus espaldas, porque unos días antes de ingresar en el hospital hizo un movimiento inesperado y colocó como vicepresidente primero a JOSÉ CARLOS MARTÍNEZ, un histórico de la aseguradora, cercano a la edad de jubilación. 

Martínez reemplazó a LUIS RODRÍGUEZ DURÓN, con el mandato de ejercer los poderes ejecutivos de Ramírez Pomatta "temporalmente", mientras éste se dedicaba por entero a restablecer su quebrantada salud.

Eso ocurrió el 16 de enero y sólo una semana después, contra todo pronóstico, se produjo el nombramiento de Garralda por unanimidad de los 14 miembros del consejo de administración, la mayoría de los cuales, por cierto, habían sido puesto en él por Ramírez Pomatta desde que en 2002 se puso al frente de la Mutua.

Para justificar el inesperado ascenso de Garralda, la compañía alegó la "prolongada baja por enfermedad" de Ramírez Pomatta, que llevaba varios meses en tratamiento, y la "previsible duración de su convalecencia". Pero nada se dijo entonces de que el proceso sucesorio se hubiera realizado a sus espaldas, según jura y perjura ahora el destituido presidente.

Visto desde fuera, da la impresión de que, dentro del consejo, en el mejor de los casos, hubo un exceso de celo y, en el peor, alguien decidió aprovechar que Ramírez Pomatta esta involuntariamente fuera de juego para cobrarse una factura pendiente poniéndolo de patitas en la calle.

El claro distanciamiento respecto de su predecesor que ha caracterizado ciertas decisiones de Garralda en sus primeras semanas de mandato no invita a la benevolencia. Ha recuperado las relaciones con Mapfre, bestia negra de Ramírez Pomatta; ha solicitado el reingreso en Unespa, de la que éste se retiró; ha puesto en duda la viabilidad del proyecto de ciudad sanitaria, y ha anunciado un giro en la política de inversiones en renta variable, que tanto peso dio a la aseguradora.

Todavía en plena recuperación, Ramírez Pomatta ha clamado: "Quiero que se garantice el camino emprendido y no devolver a Mutua a la mediocridad". Lo que más le duele, sin embargo, es la forma "poco elegante" en que lo han apartado. "Si se esperan a que esté bueno, yo encantado de marcharme. Pero que te estés muriendo y se repartan el manto del soberano, no me parece bien".

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