Consumidora pro nobis

Oink oink

Las previsiones sobre tendencias para 2009 ya han llegado; las revistas publican estos días sus apuestas: los vestidos-joya (eso dice el ¡Hola!), el libro electrónico o las bandas pop con solistas femeninas son algunas. Pero echo en falta una, clarísima, especialmente en las listas de la prensa femenina: asistir a una matanza porcina y embutir con soltura la carne en la tripa. Por algo en los últimos meses, cuando en mis conversaciones grupales se mencionan jamones o chorizos, siempre hay una treintañera urbanita, con su licenciatura, su cosmopolitismo y su canesú, que nos cuenta con naturalidad su pasado matancero sin torcer ni un momento el gesto al hablar de cubos de sangre y sin poner caritas al rememorar los chillidos del animal. Obviamente ellas no son matarifes: el reparto de roles en el ritual está ancestralmente distribuido y a las mujeres les toca preparar la carne para embutirla una vez que los hombres han matado y despiezado a la criatura.

Visualizo a cualquiera de estas aguerridas muchachas dando clase de español en algún Cervantes y, tras los vanos intentos de pronunciar la jota de jamón por parte del estudiante nórdico, relatando sonriente a sus alumnos un día de matanza en Zamora, Cáceres o en la mismísima y playera Mallorca mientras a ellos los ojos les hacen chiribitas de asombro al estilo de los de Marujita Díaz. Ilusos estudiantes de todo el planeta, ¿acaso creíais todavía que en Mallorca, cuna del porc negre, sólo había hoteles con piscina y menús escritos en alemán?  Pero no hemos de impacientarnos: para llevar a cabo esta tendencia hay que esperar a que al cerdo le llegue su San Martín, el 11 de noviembre. Ahí se abre la veda matancera. Apuntadlo ya mismo en vuestras moleskines de tapa negra.

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