Posibilidad de un nido

La clase media es una cortina de baño

Pixabay.
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La clase media es una cortina de baño. En mi infancia existían esas cortinas traslúcidas de plástico blando, gomoso, estampadas con florecillas o animalitos, detrás de las cuales se adivinaba el cuerpo, y que a veces quedaban pegadas a la piel desnuda para despejar cualquier duda sobre tal desnudez.

La clase media es la cortina detrás de la cual copulan alegremente el Estado y ese (simbólico) 1% de la población que tiene el dinero. Aquí, a este otro lado, sobre la baldosa, todas, todos somos pobres. Más o menos pobres, o sea no ricos. Clase trabajadora. Los ricos no trabajan. Fuera de la bañera está la gente que trabaja o ni siquiera puede hacerlo. Vamos, (casi) todo el mundo.

Bajo el chorro de agua caliente, los que verdaderamente tienen la riqueza celebran su coyunda con el estado de las cosas. El Estado de las cosas. Ellos no pagan. Ellos solo follan.

Entre esos poquísimos unosporciento y todo el resto de nosotras, de nosotros, está la cortina de ducha a la que se ha llamado clase media. En la clase media no hay personas, hay figurillas, ya digo, de flores silvestres, animalitos de colores o formas geométricas. La clase media es una cortina traslúcida. A veces, cuando pago impuestos, que es todo el rato y son muchos y a veces me hundo y tienen que levantarme mis hijos de un golpe de Sanidad, de Educación, recuerdo el apuro que me producía la cortina de baño, el pudor a que quedara pegada al cuerpo que había en la bañera y ese pedazo de piel desnuda me dejara a mí también en cueros.

Vestida y en cueros. Vivimos vestidas y en cueros, vestidos y en pelotas.

Cada vez que pago mis impuestos, que es todo el rato y son muchos y a veces me ahogo y tienen que desatorarme mis hijos de un golpe de sartén, cada vez que lo hago veo como la idea-cortina llamada clase media roza el muslo del cuerpo no trabajador en su espasmódico coito con el Estado, este estado de las cosas, y soy yo la que queda desnuda. Junto a mí y sobre la baldosa de la clase trabajadora quedan también desnudas las evidencias de que, gobierne quien gobierne, solo pagamos las de este lado de la cortina.

Bajo el chorro del agua caliente, los rentistas, las grandes empresas, las corporaciones megamillonarias, las multinacionales, todas las cabezas de la misma bestia, sueltan estruendosas carcajadas. No se ríen exactamente de nosotras, de nosotros, se ríen de este Estado de las cosas, de que en su no pagar cabalga el odio contra los impuestos de quienes sí lo hacen, de quienes pagamos.

En el coito, ya se sabe, una se encuentra de repente con la boca llena. Así, este Estado de las cosas con la boca ocupada por el miembro de quienes no trabajan, quienes viven de rentas, latrocinio, crimen, explotación, blanqueo y muerte, no parece poder coger aire suficiente, impulso, para rasgar la cortina de baño llamada clase media, rasgarla y que, por fin, se queden en pelotas los de dentro. O será que no quieren, que les gusta.

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