Cuarto y mitad

Yo soy negra

Si de Antonio Banderas se dijo que era un actor "de color", siendo yo también de Málaga supongo que me puedo considerar negra si esa es mi voluntad. Porque como ustedes saben, actualmente vivimos en un sistema tan sumamente comprensivo con la ciudadanía que basta que una persona exprese un deseo para que tal deseo acabe convirtiéndose en ley.

Si yo digo que siento que tengo 30 años ¿Quién es nadie para contradecir lo que yo siento en mi interior? ¿Y si me siento alta y delgada, quien puede contrariar mi sentir y afirmar que soy baja y gorda?  Si se trata de deseos, no hay límite a la capacidad de desear. Ahora bien, ¿puede el simple deseo cambiar la realidad exterior? ¿Basta desear ser rica para que el Estado me provea de los millones de euros necesarios para entrar en el club de los millonarios?

Si yo deseo tener descendencia biológica pero no puedo hacerlo por la vía convencional, el estado tiene que legislar de tal manera para que yo pueda contratar un "cuerpo gestante" que satisfaga mi deseo. Si yo no puedo procurarme por mí misma la satisfacción sexual, el estado tiene que crear un cuerpo de "asistentas sexuales" para que satisfagan mi apetito carnal. Si yo me siento hombre, el estado tiene la obligación de cambiar mi registro civil y considerarme masculina a todos los efectos.

¿Y con qué argumentos, pruebas o evidencias acudo a los poderes públicos para que se formalicen y ejecuten mis demandas? Con ninguna, basta la expresión de mi deseo para  que sea legalmente satisfecho. Hemos llegado a límites tales de irracionalidad, que pretender que los simples deseos modifiquen el mundo exterior es tan pueril como el gesto infantil de taparse los ojos y creer que no eres visto.  Pues eso es lo que está ocurriendo con las propuestas de diferentes colectivos que quieren que se legisle basándose solo en deseos individuales, ya sea la gestación subrogada o la libre autodeterminación de la identidad sexual.

Creo que no se puede legislar según la expresión del deseo sino según la necesidad. Las leyes no se promulgan para satisfacer deseos individuales, sino para resolver necesidades y problemas colectivos.  Y esos problemas a resolver deben poder justificarse más allá de la simple voluntad personal.

Si yo me siento negra ¿experimentaré la discriminación que padecen las personas de color o, como se dice ahora, racializadas? Si me siento hombre y se me reconoce como tal ¿podré caminar por la calle de noche sin temor a una posible agresión sexual?  Siendo así, animo a todas las mujeres que declaremos sentirnos hombres y que nos reconozcan oficialmente como varones. De un plumazo acabaremos con la violencia de género y con la brecha salarial.

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