Abogados Cristianos lo ha vuelto a hacer: ha llevado a los tribunales la libertad de expresión a través del humor para usar el Estado de Derecho como escaparate de su radicalismo católico. En este caso, las víctimas de este extremismo religioso son los humoristas que realizaron una parodia de la Virgen del Rocío en TV3 el pasado mes de abril. Ni es la primera ni será la última vez que Abogados Cristianos pervierten así las leyes, no al menos mientras haya jueces que se presten a este juego que tira por el sumidero los escasos recursos públicos de la Justicia (aunque todavía den para subir el ya de por sí cuantioso sueldo de los jueces).
La parodia que realizaron Judit Martín, Toni Soler y Jair Domínguez en TV3, como todo el humor, es subjetiva; puede divertir o no, considerarla de mejor o peor gusto, incluso, puede molestar, especialmente cuando se parodia o ironiza porque esa es parte de su esencia. No debería, pues, considerarse un delito, pero en España continuamos tropezando una y otra vez con la misma piedra, a pesar de que en la mayoría de los casos terminen por archivarse las causas. Preciso "en la mayoría de los casos" porque para vergüenza nacional, existen sonrojantes excepciones como la condena a la procesión del Coño Insumiso.
A pesar de ese atropello legal, lo cierto es que la práctica totalidad de las querellas de Abogados Cristianos han llegado a buen puerto, entendiendo como tal, que prime la justicia sobre el radicalismo católico. Mi querido Guillermo Toledo se ha dado el gustazo de callarles la boca hasta en dos ocasiones, la primera cagándose en Dios y en la Virgen, la segunda llamándolos "trogloditas" y "fundamentalistas".
No se trata de compartir o no el humor de TV3 o manifestaciones como las de Willy, se trata de jugar con las normas de un Estado de Derecho y no viciarlas para radicalismos religiosos. Precisamente por este motivo y con la jurisprudencia existente en contra de Abogados Cristianos y sus delirios, sorprende que hay jueces que admitan a trámite e, incluso, imputen a humoristas por hacer su trabajo. Quizás, va siendo hora de poner el foco en quien se presta a la estrategia de fundamentalistas religiosos más que a éstos. A fin de cuentas, los radicales católicos hacen lo que cabe esperar de ellos, no así determinados jueces. Es para analizar.
Tratar de imponer una religión por la fuerza y la represión, como históricamente ha hecho la Iglesia católica, no parece la mejor manera para detener la sangría de fieles que sufre o volver a llenar los seminarios vacíos. Más bien al contrario, produce rechazo, no aporta, resta y hace gala de unos valores más que prescindibles.
Por otro lado, nada apunta la querella sobre cómo la parodia vuelve a recurrir a tópicos sobre Andalucía y su gente, cómo se parodia el acento, su identidad... como de hecho, en otras ocasiones han hecho los mismos humoristas con Catalunya. Al igual que sucede con la Virgen del Rocío, puede agradar o no, pero tampoco debiera ser constitutivo de delito. Hace demasiado tiempo que una parte de la sociedad ha perdido su autonomía, su capacidad de crítica pública que aplauda o abucheé este tipo de actos. Ese debiera ser el único escrutinio del humor, triunfando o fracasando según se manifieste su público.
Amputados de esta cualidad, recurren al auxilio de la Justicia que quizás y aunque no debiera admitir a trámite causas sin fundamento como estas, tampoco habría de dar la espalda a colectivos como Abogados Cristianos. Sería buena idea redirigirlos a terapias reparativas, porque de su problemática también se puede salir. Ver en cada sketch una ofensa, en cada manifestación un delito, es una herida que se puede curar y es posible que Abogados Cristianos precise de un apoyo, de una acogida y acompañamiento que les facilite ese tránsito hacia la democracia, hacia la libertad. Con la ayuda experta precisa, lo pueden superar, pero han de comenzar primeramente por aceptar lo que son.