Punto de Fisión

¿Bárcenas? ¿Qué Bárcenas?

Algún consuelo secreto, alguna aspirina psíquica debe de animar la confesión para que después de tantos años y sin más prueba que un orfeón de acusaciones, Lance Armstrong haya decidido sincerarse públicamente en una larga y obscena entrevista que da más vergüenza que lástima. No se entiende muy bien ese cambio de estrategia en un hombre cuya única y arrogante línea de defensa ha sido la negación tajante. Hay que negarlo todo, hasta la evidencia, hasta la luz del sol. A un amigo mío su mujer lo pescó en flagrante adulterio, esto es, en la cama, sudoroso, trabajando sobre una cuñada a cuatro patas, y lo negó todo con una vehemencia que no lo salvó del divorcio pero que podía haberle dado una nominación al Oscar. "Pero mujer, cómo puedes creer que yo y tu hermana, no es lo que parece, estamos ensayando una obra de teatro".

El PP es un partido instalado en la negación desde la mili de San Pedro, que negó a Cristo tres veces sólo porque no le preguntaron cuatro. En sus raíces, el PP procede de un cristianismo sin Cristo, como el de casi todo el mundo, un cristianismo de apóstoles que se echaban a dormir bajo los olivos y si te he visto no me acuerdo. Del cristianismo el PP se ha quedado con la vajilla y la cubertería, el oro y el incienso, un cínico catecismo para millonarios que enseña cómo forrarse los bolsillos mientras deja agonizar a los inmigrantes sin papeles a las puertas de los hospitales. A Dios rezando y con el mazo dando.

Para la cúpula de los populares, el dispositivo de la negación viene instalado en el código genético al lado justo de la hipocresía. Cuando dentro de unos días les pregunten a Mariano o a Cospedal por Bárcenas, tendrán que hacer memoria, fruncirán el ceño en signo de un gran esfuerzo intelectual y terminarán por encogerse de hombros. El PP es un partido de encogerse mucho de hombros y de hombres, como que muchos de los invitados a la boda de la hija de Aznar se han acurrucado hasta la talla de enanos. Por eso el tesorero del PP desde los tiempos de Maricastaña ya ha sido borrado de los archivos de memoria a fuerza de ejercicios espirituales y penitencia. ¿Tesorero? No, hombre, no, el PP no tiene ni ha tenido ni tuvo jamás un tesorero: el dinero caía de las nubes en fina lluvia de oro y las cuentas cantan como los pájaros del cielo en trinos limpios y evangélicos.

Es altamente improbable que a Bárcenas, en un repentino ataque de nostalgia, le dé por acordarse de todos esos sobres repletos de billetes que fueron pasando a manos de sucesivos secretarios generales, no digamos acordarse de los nombres de los gerifaltes que iban poniendo religiosamente el cazo. No, señoría, Bárcenas viajaba a Suiza porque le gustaba mucho el esquí y practicaba la escalada en los Alpes, pero aquí en Génova no lo conocemos de nada. Ni ése es su despacho ni ésa su secretaria. ¿Bárcenas? ¿Qué Bárcenas? 

 

 

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