Punto de Fisión

Guerra en los Goya

Hubo un momento en que parecía que el teatro era el mejor sitio para que Pdr Snchz, Albert Rivera, Pablo Iglesias y Alberto Garzón se pusieran de acuerdo y formaran un gobierno a cuatro. Hasta Dani Rovira se dio cuenta e improvisó un chiste prefabricado hablando del pacto Donald que podían elaborar los cuatro en un cuarto oscuro. A esas alturas y como en años anteriores, la gala ya se había politizado a tope. En los Goya casi siempre es mejor hablar de política que de cine. Al final se llevó el Goya a la mejor película Truman, aunque no ganó el Oscar al mejor actor el perro. Darín y Cámara son grandes intérpretes pero el del perro me pareció el mejor papel con diferencia: no tenía ni una línea de diálogo.

El diálogo es una de las muchas cosas que fallan en el cine español y, consecuentemente, en nuestra política. La política española, que empezó más o menos en Bienvenido Mr. Marshall, está terminando en Vente a Alemania, Pepe, de la que ya estamos de vuelta. Mariano se adelantó a la gala y exhibió su propia película en los cines Génova, un tráiler de esa gran tragicomedia judicial titulada Con B de Bárcenas. Sus creadores achacaron el fracaso en taquilla a problemas con la distribución, pero lo cierto es que no podían competir con el original. Hace tiempo que la ficción española está sobrepasada por la realidad. Por eso el ejecutivo en funciones parece íntegramente sacado de un largometraje, aunque todavía no está claro si es de superhéroes o de dibujos animados.

Tanto el realizador como Rovira aprovecharon para sacar un breve plano de Alberto Garzón, algo que no le han concedido muchos medios. Gracias a los apaños numéricos, el casi millón de votos de IU en las últimas elecciones no le da más que para dos escaños, pero al menos la noche del sábado el cine vino a remediar esa injusticia estadística. Por respeto al cine español, Pablo Iglesias se vistió de camarero, mientras que Pdr Snchz prescindió de la pajarita por la misma razón. Ese desacuerdo estético revela el abismo ideológico que les separa: hay una corbata de distancia en las negociaciones. Rovira dijo al final de su monólogo que estamos en un momento en que los españoles lo que queremos no es ya vivir por encima de nuestras posibilidades sino únicamente techo y comida.

Esa sigue siendo, más allá de la pajarita o de la falta de ella, la principal reivindicación de la izquierda española, una petición escandalosa en un país que en tantos aspectos sigue siendo un parque temático del siglo XIX. Era lógico que, ante el intento de arrebatarle el monopolio de la izquierda al PSOE, uno de sus figurones históricos, Alfonso Guerra, señalara la semejanza que hay entre los líderes de Podemos y los guardias civiles que entraron pegando tiros en el Congreso el 23-F. Guerra está considerado un intelectual de la clase política, lo que lo dice todo de nuestra clase política y de nuestra intelectualidad. Aunque fue lo bastante inteligente como para dimitir justo el mismo día que empezaba la Guerra del Golfo, el 16 de enero de 1991, no alcanzó a prever el juego de palabras que se le venía encima entre la guerra, el golfo y su hermano Juan. Lástima que no le dieran un Goya al mejor secundario cómico.

 

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