De cara

Y ya puestos, ¿por qué no lo llaman buceo?

Frente al entusiasmo con el que festeja Romo los registros españoles de estos Europeos en piscina corta, qué quieren, yo me mantengo agarrado al escepticismo. Les recomiendo que no se lo tomen como una referencia para Pekín. Desconfío del nivel español en una de las pocas modalidades que no ha conseguido mejorar su nivel competitivo desde 1992, una fecha que marcó un salto indiscutible en nuestro deporte. En la piscina, salvo la interesante presencia de Erika Villaécija desde hace seis años, no hay nadie. Y me refiero, claro, en la piscina de verdad, la de 50 metros, no en este sucedáneo con el que la natación pretende rellenar su calendario de invierno. Le llaman igualmente natación... Bueno, midan las brazadas que se dan en cada largo: le sobrarán dedos. Entre los giros y las técnicas cada vez más sofisticadas de buceo, los deportistas apenas aparecen por la superficie. Romo está convencido de que mi desprecio hacia las competiciones en bañera es un prejucio injustificado. Bueno, las considero una variante menor de la natación de verdad. Lo aprendí trabajando durante 13 años al lado de Segurola, que también es el que más sabe de esto. Son competiciones de un nivel bajísimo, que a veces sirven para descubrir jóvenes valores, mejorar la pericia en los giros o simplemente probarse. Una especie de Teresa Herrera al que casi nunca acuden los que estarán en el podio en la competición de verdad. Estos europeos, en suma, no son nada.

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