Del consejo editorial

Fronteras después de vacaciones

ALFONSO EGEA DE HARO

Profesor de Ciencia Política

La guerra es en muchos casos el medio para alejar los problemas internos de los países. Es un recurso que permite identificar al enemigo aunque se tengan dudas sobre el peligro real, las razones que lo impulsan o sobre si el fin justifica los medios. Pero no es el único recurso para deslocalizar problemas políticos internos. La política migratoria se está convirtiendo en un recurso frecuente dentro del contexto europeo.

Sólo hay algo peor que sufrir las consecuencias adversas de una crisis y es no saber quién las provoca. La política migratoria cumple con ese efecto balsámico de identificar los culpables de problemas difusos. La reciente decisión del Parlamento de Dinamarca de reactivar temporalmente los controles fronterizos es justificada por la necesidad de luchar contra el tráfico ilegal de mercancías, la delincuencia transfronteriza y un etcétera que será tan largo como la presión que reciba el Gobierno danés para poner fin a esta medida.
Al margen de la existencia real de las amenazas, esta decisión muestra que no es necesario modificar el actual marco normativo de Schengen para restablecer los controles fronterizos. Además muestra que los flujos migratorios son una excusa para modificar Schengen. Los gobiernos nacionales acordaron el pasado junio que la reforma del marco Schengen era necesaria para establecer un mecanismo de respuesta ante situaciones excepcionales provocadas por la presión migratoria. La Comisión Europea recibió así el encargo de concretar, tras el verano, cuándo y cómo se autorizaría el restablecimiento excepcional de los controles fronterizos pero sin afectar a los ciudadanos de los estados del espacio Schengen. Sin embargo, medidas como la adoptada por Dinamarca muestran la imposibilidad de restablecer estos controles excluyendo de su aplicación a los ciudadanos de países de la lista Schengen.
La tarea que tiene la Comisión para septiembre va más allá de la política migratoria. Si la decisión sobre cuándo concurren estas circunstancias excepcionales para autorizar el restablecimiento de los controles se deja a los gobiernos nacionales, es previsible que aumenten las fricciones entre países europeos y por cuestiones que poco tienen que ver con la política migratoria.

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