Del consejo editorial

El regreso de Keynes

 NURIA BOSCH

Las políticas macroeconómicas de inspiración keynesiana han constituido uno de los elementos esenciales del Estado del bienestar. Por tales cabe entender las distintas políticas que, en general, persiguen objetivos macroeconómicos básicos y contribuyen a amortiguar los movimientos cíclicos de la economía, aunque más en concreto se han identificado habitualmente con las políticas fiscales de regulación de la demanda agregada.
Este tipo de políticas, desde su aparición hasta mediados de la década de los sesenta del pasado siglo, proporcionaron un paradigma central para los macroeconomistas. Sin embargo, a partir de mediados de los años sesenta, el paradigma keynesiano fue rechazado por un gran número de economistas académicos, especialmente en Estados Unidos, a favor de la nueva economía clásica. No obstante, ya a finales del siglo XX el pensamiento keynesiano volvió a resurgir. Los datos proporcionados por los años setenta no apuntaron refutaciones contundentes del paradigma keynesiano, y la capacidad de la nueva macroeconomía clásica para expresar adecuadamente la realidad se mostró extremadamente pobre.
Las medidas que los países occidentales están implantando ante la presente crisis económica vuelven a dar actualidad a las políticas keynesianas y a las políticas fiscales. Pongamos varios ejemplos. En Estados Unidos, Barack Obama ha prometido realizar un plan de inversión pública de más de medio billón de dólares con el objetivo de crear 2,5 millones de nuevos puestos de trabajo. Asimismo, y no sin dificultades, los 27 miembros de la Unión Europea respaldaron el objetivo de invertir un 1,5 % del PIB europeo (200.000 millones de euros) en medidas de impulso de la actividad económica y el empleo. En esta línea, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero se ha comprometido a dedicar en 2009 unos 8.000 millones de euros a inversiones municipales, 19.000 millones a inversiones en infraestructuras de transporte y 5.000 a inversiones medioambientales.

La realidad demuestra que existen fallos macroeconómicos de mercado; que los mercados, por sí mismos, no tienden al equilibrio; y que una intervención activa del sector público, utilizando las políticas macroeconómicas, es necesaria para hacer frente a las recesiones y al desempleo. Estos son los fundamentos de las políticas keynesianas. Asimismo, actualmente estas políticas reconocen también la importancia de la política monetaria y evitan déficits públicos excesivos, cuestiones que según una visión más tradicional podrían parecer poco
keynesianas.
De todas formas, cabe decir que unas reglas excesivamente rígidas en la orientación de la política fiscal, que no permitan que el déficit se adapte a las distintas fases del ciclo, podrían tener consecuencias graves desde la perspectiva de la estabilidad económica. Por ello, creo que el pacto de estabilidad y crecimiento de la Unión Europea se ha de interpretar con flexibilidad en estos momentos.
Una cosa es pedir prudencia en la utilización exclusiva del déficit público con carácter discrecional, y otra no aceptar el papel amortiguador del mecanismo presupuestario que en momentos de crisis genera inevitablemente un cierto grado de déficit público.

Nuria Bosch es Catedrática de Hacienda Pública

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