Dentro del laberinto

Plástico

Se venden pocos coches, se vende poca ropa. Ambos sectores han sufrido un descenso de ventas similar, por encima del 20%, durante el mes de mayo. No son sectores comparables, evidentemente. Aunque Amancio Ortega pierda puestos en la lista de multimillonarios mundiales, existe un número ilimitado de camisetas que una mujer puede almacenar. Eso insufla esperanzas a los del textil. En cambio, se desaconseja comprar más de tres coches al mes: desequilibra cualquier economía familiar.

No será porque los fabricantes de automóviles no lo intenten: los anuncios más bellos se destinan a vender nuevos coches. Se les dedican los mensajes más optimistas sobre el futuro del planeta, en general, y sobre los logros sexuales, en particular, y nos hacen sentir a quienes optamos en exclusiva por el transporte público poco menos que antiecológicos, y responsables del bajo porcentaje de coitos anuales del español medio.

No, no será por falta de esfuerzos. El Ministerio de Industria ha anunciado un nuevo plan RENOVE, el VIVE, en este caso, para que durante el verano se inicie un recambio de coches viejos por coches de menor emisión de CO². Ah, todo no se puede. Hipoteca sí, coche no.

El poeta Galeano ha dedicado bellos textos a la religión del coche: a ese miembro sagrado de la familia se le dedica más espacio en una casa que a los hijos, se compara los gastos que produce con los de otro descendiente, y se le entrega, en forma de dinero, de petróleo, de cereal quemado, de plástico vertido, lo que pide por esa boquita. Démosle todo, árboles talados, ciudades invadidas, aire nocivo.
Huyo de los atascos como de las grasas hidrogenadas, con las que, por otra parte, se me antoja que mantienen un vago parecido. Aún así, una vez a la semana, mi trabajo en la radio me obliga a guardar un religioso recogimiento de una hora, bloqueada en la M30, y rodeada de coches que, sin más habitantes que el conductor y el cantante pop que les acompaña, invisible, se dirigen hacia un centro misterioso, esquivo.

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