Dentro del laberinto

Rojo (en la tercera esquina)

¿Qué les pasa a nuestros adolescentes? Tras las agresio nes grababas y jaleadas, tras las burlas a disminuidos físicos, y el rechazo social que han generado, una muchacha cordobesa de 16 años ha sido detenida por colgar en Internet la grabación de una de sus amigas desnuda en la ducha.

Les ocurre, ni más ni menos, lo que experimenta el resto de la sociedad: muchos adolescentes conflictivos han confundido apariciones públicas con fama, y fama con dinero. Se sienten relativamente impunes por dos razones: primero, porque todo lo aplaca lo audiovisual. Todo lo disculpa la popularidad. Segundo, porque, conscientes de su edad, se saben protegidos hasta los 18. Hasta entonces, todo lo que hagan no es más que un ensayo, una gamberrada. No va en serio.

Les ocurre, ni más ni menos, que han detectado con una rapidez pasmosa los centros de negocio que rozan lo ilegal, o que directamente incurren en delito, pero de los que se puede extraer un beneficio inmediato. Han visto desfilar por sus aulas, y por las pantallas de concursos y series, a personas poco mayores que ellos sin formación, sin más talento que una confianza en sí mismos a toda prueba, y los han visto recibir ingresos por una noticia, o su capacidad para generarla. No juzgan desde una perspectiva ética a quienes actúan así: les guía la vergüenza, la opinión ajena, pero no un concepto claro sobre la intimidad (los adultos nos hemos empeñado en desdibujarla), el derecho al honor o los límites legales.

Les ocurre, ni más ni menos, que quieren dinero. Se les presentan tentaciones sin fin, complementos a todo lo que puedan comprar, más variantes de lo que ya tienen. Han crecido en un consumismo brutal, sin el control o el autodominio paternales que distinguen a un joven equilibrado de otro impulsivo, y con una paga en el bolsillo, pero no lo suficiente para lo que desean. Siempre hay algo más que comprar.

Les ocurre que la misma sociedad que los sitúa ahora en alerta roja se ve reflejada en ellos. Amplificada. Sin posibilidad de desviar la mirada, sin excusas de inocencia. Y, obviamente, no nos gusta.

Más Noticias