Desde lejos

Cultura

Asisto durante un par de días al Hay Festival de Segovia. El Hay es un encuentro de escritores, editores, músicos o cineastas que nació en 1998 en un pueblo de Gales, Hay-on-Wye, donde viven 1.500 personas y donde hay nada más y nada menos que 41 librerías. Desde 1996, se celebra también en diversos lugares del mundo, entre otros Segovia, esa espléndida ciudad de piedras doradas y cielo azulísimo.

Acudo a alguno de los muchísimos actos que se suceden. A la charla entre el periodista Ignacio Cembrero y Yasmina Khadra, un novelista que, a pesar de su seudónimo femenino, es un antiguo miembro del Ejército argelino y ha escrito varios relatos atroces sobre el terrorismo integrista. A la conversación entre Rosa María Calaf y Javier Martín Domínguez, que han sido corresponsales en medio mundo. A la conferencia sobre el desembarco en Normandía de Antony Beevor, gran especialista en la Segunda Guerra Mundial y autor de una de las mejores historias de nuestra Guerra Civil. Yo misma imparto un taller sobre la última novela de Ana María Matute, Paraíso inhabitado, y la entrevisto después.

Cada uno de esos encuentros está lleno hasta los topes. Los teatros, los salones de actos y hasta alguna de las viejas iglesias románicas rebosan de gente que quiere escuchar a los creadores. Pero lo más asombroso es que todas esas personas han pagado alrededor de cinco euros por sus entradas. Y el hecho de que tantos hombres y mujeres estén dispuestos a gastarse el dinero en prestar atención a las voces reflexivas y críticas de los intervinientes me llena de esperanza: si hay tanta ansia por la cultura, no todo está perdido.

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