Desde lejos

El velo (II)

La semana pasada reconocí mis dudas sobre la prohibición del velo en la escuela española. Por lo que he visto estos días, debo de ser una de las pocas personas que no tiene certezas a ese respecto y que aspira a que se abra un debate riguroso sobre el tema. La mayor parte de los tertulianos, periodistas, políticos, profesores y hasta curas que han expresado últimamente su opinión parecen tenerlo clarísimo. Tan sólo he oído palabras moderadas a los ministros de Educación y de Igualdad. Los demás afirman o niegan rotundamente, claman al cielo o a la libertad y hasta pegan gritos y se insultan, por lo que he podido ver en algún debate televisivo, seguros de estar en posesión de la verdad.

Y, sin embargo, el asunto es tan complejo que ni siquiera los propios musulmanes se ponen de acuerdo. Mientras unas corrientes islámicas aseguran que el Corán obliga a las mujeres a cubrirse –lo que convertiría el velo en símbolo de sumisión–, otras están convencidas de que solamente lo recomienda (disensiones que ocurren a menudo en el islam, según las diversas interpretaciones que unos y otros hagan de su libro sagrado). Las propias feministas procedentes de esa cultura, unidas frente a otras formas extremas del velo, están divididas respecto al hiyab.
Padres que exigen a sus hijas que se tapen, obispos que piden libertad, ultraconservadores que se han vuelto de pronto feministas, progresistas que niegan ciertas formas de patriarcado, institutos que cambian sus meditadas normas en urgentes reuniones nocturnas... Me temo que, como tantas veces, estamos armando un follón sin tener ni idea.

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