Dominio público

La ultraderechita cobarde

Ana Pardo de Vera

La primera ministra italiana, Georgia Meloni, y el presidente de Vox, Santiago Abascal.- HERMANOS DE ITALIA
La primera ministra italiana, Georgia Meloni, y el presidente de Vox, Santiago Abascal.- FRATELLI D'ITALIA

Quienes mantenemos la teoría -avalada sobradamente por la Historia- de que autoritarismos y/o fascismos de ultraderecha entran por la puerta que les abren partidos democráticos por los intereses que sean -suelen serlo electorales y/o de poder- observamos atónitas cómo el PP Europeo ha intensificado una descarada campaña de blanqueo de la primera ministra de Italia, Georgia Meloni, a la que empuja ella misma y a la que contribuye con gran entusiasmo -no esperábamos menos-, el Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo.

Hace tiempo que el presidente del PPE, el alemán Manfred Weber, se muestra partidario de pactar con la ultraderecha en el Parlamento Europeo; nunca lo ha disimulado, aunque de momento, pareciera -pareciera- que encontraba voces potentes de rechazo en su propio partido, como lo fueron en su día las de la excanciller Angela Merkel o las de la presidenta de la Comisión Europea y aspirante a repetir en el cargo, Ursula von der Leyen. Esta misma semana, en el mismo día, el jueves 23 de mayo, Von der Leyen en Bruselas y Feijóo, en Barcelona, han oficializado sin complejos su disposición a pactar con el partido de Meloni ... como mínimo. La primera, porque es más que previsible que necesite los votos de la ultraderecha o parte para mantenerse en la Presidencia de la CE. El líder del PP español, porque lo dice la primera y además, porque qué va a decir él que ya gobierna en autonomías y ayuntamientos con los negacionistas de los derechos humanos y las libertades más elementales. 

Cuentan nuestros corresponsables en Bruselas que el PPE pidió a Meloni que no traspasara dos líneas rojas para ser acogida -o, al menos, no rechazada- del bloque democrático (un decir) europeo: aceptar el apoyo incondicional a Ucrania frente a Putin y mantenerse oficialmente partidaria de pertenecer a los Veintisiete. La primera ministra italiana, que tiene a Mussolini como referente intelectual y apoyó a Vox en las elecciones andaluzas en un ruidoso mitin a favor de la "familia natural" y contra los migrantes, homosexuales o las políticas de igualdad de género, ha dulcificado su cara exterior sin dejar en ningún momento de implantar su sello antidemocrático en las políticas de su Gobierno. Pero a Feijóo y a Von der Leyen les importa nada lo que les pase a los italianos/as y, seguramente, lo que nos acabe pasando en toda Europa.

En julio de 2023, Meloni dio luz verde al borrado de los nombres de las madres lesbianas en los certificados de nacimiento de los/as niñas. En enero de 2024, la demócrata ultraderecha italiana autorizó que los activistas contra el derecho al aborto pudieran entrar en las clínicas de interrupción del embarazo y acosar a las mujeres que tomaban su decisión libremente. En abril de 2023, la líder de Fratelli d'Italia estranguló la renta de la ciudadanía, que pasó a recibir un 40% menos de los beneficiarios con un 25% del gasto recortado.


Si en algo ha demostrado su crueldad, no obstante, Georgia Meloni ha sido en las políticas en contra de los migrantes, con la asfixia de las ONGs que rescatan a estas personas en el Mediterráneo, ya sea a través de su política de puertos lejanos o vetando a aviones privados de reconocimiento que rastrean el mar buscando embarcaciones con gente en peligro. La líder postfascista, asimismo, ha alcanzado acuerdos con Albania para crear centros de primera acogida con bandera italiana en ese país, pagando al sicario para ocuparse del problema, al más puro estilo de toda la UE en Libia, Marruecos o Turquía. En este sentido, todo sea dicho, aunque los métodos melonistas son mucho más agresivos y menos sutiles, los Veintisiete son exactamente igual de antidemocráticos y anti-derechos humanos que el Gobierno italiano.

Italia mantiene también una guerra abierta con el derecho a la información de sus ciudadanos, tratando de controlar las noticias de los medios públicos y decidir lo que se cuenta y lo que no; pero también imponiendo lo que se censura, inventa o manipula en los informativos, como acreditan las huelgas de los periodistas de la televisión pública italiana, la RAI, o la cancelación imprevista de un monólogo del escritor Scurati, experto en el fascismo. El autor de M, la trilogía sobre Benito Mussolini, no ha sido el único intelectual censurado: Meloni y su entorno han llevado a los tribunales a otros que han señalado rigurosamente el origen postfascista de Fratelli d'Italia, desde el escritor Roberto Saviano a la filósofa Donatella di Cesare

Toda esta brutalidad de Meloni contra la democracia y los derechos humanos, a Feijóo y a Von der Leyen les parece aceptable para pactar con ella. Es la ultraderechita buena, como si algo así existiera. Lo han dicho públicamente ahora, en el inicio de la campaña a las elecciones europeas del 9 de junio, y lo mantendrán si su poder depende en alguna forma de esta antidemocracia u otra. No vayamos a sorprendernos después con inquietantes estudios como el de la Universidad de Gotemburgo (Suecia), publicado este sábado por la Cadena Ser: el 71% de la humanidad vive en regímenes autocráticos, mientras que en 2014, ese porcentaje era del 48%. Y así, con la inestimable colaboración de partidos como el Partido Popular Europeo y en palabras principales de los aplaudidos Levitsky y Ziblatt, van muriendo las democracias.


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